sábado, 12 de octubre de 2013

Estar solo.

¿Qué estás haciendo aquí?
¿Qué quieres?
¿Es música?
Podemos tocar música.
Pero quieres más.
Quieres algo y alguien nuevos.
¿Estoy en lo cierto?
Por supuesto que lo estoy.
Sé lo que quieres.
Quieres éxtasis.
Deseo y sueños.
Las cosas no son exactamente lo que parecen.
Te guío de esta manera, él te arrastra de esa manera.
No estoy cantando por una chica imaginaria.
Te estoy hablando a ti, mi propio yo.
Recreemos el mundo.
El palacio de la concepción está incendiándose.
Mira. Contempla cómo se quema.
Toma color junto a los carbones calientes.
Eres demasiado joven para ser vieja.
No necesitas que te lo digan.
Quieres ver las cosas como son.
Sabes exactamente lo que hago.
Todo.

                                                  Jim Morrison.

martes, 20 de agosto de 2013

País de infancia.

Toda infancia tiene un país sin geografía, intemporal, incontaminado. Podría ser acaso una suerte de paraíso melancólico, pero al fin paraíso. La vida en este país acontece con una divina naturalidad nacida de lo puro y nuevo, de la elemental gracia de empezar a existir. La dicha es accesible, y está hecha con la más humilde materia cotidiana, porque esta materia está tocada de poesía. La sabiduría mana de ternuras primeras que en el hombre futuro y rendido ante los días son también consoladoramente últimas. Con nadas dulcísimas, con briznas deleznables, o una sonrisa, o un juguete, o una canción, o una flor, o un poco de pan, o un cuento, se roza la felicidad, una felicidad con luz, aroma y sabor. El hombre, a veces poseedor de bienes, poder o fama, o bien quebrantado por el sufrimiento, ya no puede rescatar ese mundo perdido, a menos que la belleza o la bondad le alcancen su ala mágica. Asomarse a la infancia es advertencia bíblica, áncora espiritual, salvación, también un desandar días arduos hacia una fuente escondida de paz. Se siente esta necesidad por fuerza en horas de madurez y de sazón cuando se va cumpliendo un regreso que es otra ansia de simplicidad. Cumplida esta sagrada reparación a los muertos instantes del misterio infantil, la visión del futuro es más serena y no se teme el transito último; porque la vida, toda la vida, fue a través de la niñez, cosa embellecida, justificada, digna. El país de la infancia es un país que no tiene historia; sí, maravilla.

 

martes, 30 de julio de 2013

La máquina de recuerdos.

Es martes y es triste. Quizás hay algo triste en todos los martes. No lo sé. Estoy convencida de que muchas sensaciones inverosímiles avivan nuestra máquina de recuerdos, y es ahí cuando lo real se mezcla con aquello que deseamos y sucede aquello que no podemos describir. No sé qué es, pero todos lo sentimos alguna vez. Aquel recuerdo que sólo es real en una parte de nosotros aunque sepamos que es una farsa o quizás al revés. Y me pregunto ¿cómo podemos saberlo? Es como si todo lo que sentimos en determinados momentos sea arbitrario a una parte de nosotros, una parte muy especial que se encuentra en un lugar incierto. Entonces ocurre, algo se acciona en un momento inesperado, y sabemos que todo va a cambiar, aunque al mismo tiempo no lo sepamos ¿qué es aquello tan extraño? ¿cómo hago para saber en qué momento va a arribar con su no sé que? ¿por qué solo yo puedo entenderlo en este momento? Hay algo que sucede a veces y entierra toda esperanza, porque no podemos preverlo ya que no sabemos si eso realmente existe. Pero es triste, cuando ocurre es muy triste y no sé porque. Hace de nosotros una hoja de papel frágil que se consume lentamente por un fuego despiadado y recubierto de incertidumbre. Ojalá no pasara eso, pero al mismo tiempo hace de la vida un acontecimiento interesante, porque cuando sentimos eso, cuando aquello ocurre, juro que no podemos sentirnos más vivos y desear hacer aquello que el miedo impidió. A veces también caemos en esas grietas de la memoria y los recuerdos se entremezclan con los deseos ¿realmente mi abuelo era así o solo mi memoria lo inventa así para mí, para que se llene aquello que está vacío en mí? No lo sé, cómo si alguien lo supiera. No puedo evitar pensar que a pesar de todo lo que se ha inventado y desechado, de todo lo que se ha vivido y sentido, aún no es posible ponerle nombre a “las cosas”, las que sentimos, y mucho menos encontrar algún antídoto para aquello.                                                                                                                                                      Mi máquina de recuerdos está algo averiada, por momentos mantiene el recuerdo vivo de las cosas que sé que no son reales en esa parte de mí, y por otro lado falla cuando la necesito, cuando quiero recordar las edades de inocencia, donde el mundo no era tan cruel ni tan real. No sé porque no sé qué pasa conmigo cuando ocurren estas cosas, pero sé que no lo sé gracias a que aun no entiendo mucho de nada, y eso es bueno ¿Quién quiere saber tanto? Mientras más sabemos más sufrimos y nuestra máquina comienza a funcionar correctamente ¿Quién quiere eso? ¿Quién quiere mirar siempre al frente y vivir con seguridad? ¿Acaso no es mejor caminar por una cornisa, con miedo, con incertidumbre? Pero tan concentrados en nuestro objetivo que no podemos caernos, ni evitar esas cosas que vienen con todo esto ¿acaso no nacimos llorando, gritando, pateando? ¿no fuimos siempre así desde que vimos el mundo por primera vez? si todo a lo que aspiramos realmente no existe, ni mucho menos dura. Las únicas utopías verdaderas son las que crea la máquina de recuerdos, en ese lugar seguro que vive dentro de nosotros y no sabemos dónde buscarlo ¿ahora lo sentís? ¿lo estás buscando en este momento? Deberías. La otra opción es terminar como todos y esperar.

       
                                                                                                                       Créme de l'air

jueves, 25 de julio de 2013

Vos sonreías.

El viento armaba pájaros con tus cabellos
mientras el día se iba a trasluz de tu vestido.
Las olas, viejas fregonas,
lavaban las huellas que dejabas.


Te detenías a veces cerca del muelle
y ese sitio de arena era un castillo palpitante.
Solía seguirte con los pies desnudos
pisando el suelo frío
como quien pisa la cara de un muerto.
Mi desamparo era más que el cielo entristecido
o que la noche que llegaría comiendo mis pulmones.


Vos sonreías a lo lejos y las gaviotas dejaban caer
de sus picos los labios entumecidos de la tarde.
Entonces yo arrancaba mi corazón
lo dejaba en la arena
le clavaba un molinete azulamarilloverderojoblanco
en el ventrículo derecho
y el molinete giraba y giraba
(a medida que me iba yendo)
como velas de un navío piloteado por la soledad.

domingo, 14 de julio de 2013

El Quijote del olvido.

Hay algo totalmente extraño en todo esto. Estoy muy acostumbrada a que mis libros desaparezcan, como también lo estoy al hecho de que las páginas estén dobladas sin razón alguna o quizás manchadas de una sustancia amarilla que aún no logro descifrar que es. Pero eso sí, no estoy demasiado acostumbrada a que páginas de libros queden en blanco. Así es, en blanco. El suceso extraño comenzó el viernes. Siempre suelo revisar mis libros viejos, a veces hasta encuentro cosas muy interesantes en ellos, aunque ese día supero por completo mis expectativas. Esta vez el afortunado fue Cervantes con su extenso Don Quijote. Recuerdo haber leído el libro unas cuatro veces y jamás, en el recorrido por las amarillentas páginas, había notado semejante detalle. La cuestión era que la página quinientos cuarenta estaba totalmente en blanco, lo que en primera medida me resulto extraño ya que la mayoría de las páginas suelen estar amarillentas y si unas cuantas palabras deciden esfumarse lo más sensato es que la hoja mantenga el color de las demás por más que no contenga un texto. Obviando ese detalle, intente concentrarme en buscar una explicación lógica para entender porque mi libro, mi amienemigo libro, mi viejo y gastado (y amarillento, y usado, y escrito y tediosamente extenso) Quijote contenía una hoja en blanco. Volví a tomar el libro, haciendo fluir sus viejas páginas entre mis dedos y note, muy alteradamente, que la página quinientos cuarenta y uno también se hallaba relucientemente blanca y carente de texto. Cerré el libro con fuerza, suspire profundamente y volví a abrirlo con rapidez en la página quinientos cuarenta y tres para comprobar que esta también estaba en blanco. Sentí un agudo dolor en el pecho que me dificultaba respirar, mientras mi mente divagaba y me sentía caer. Caía, desesperadamente caía y no podía hacer nada por evitarlo. Pero no era así. Allí estaba, parada viendo como el libro caía con sutileza de mis manos, pero sentía que era yo la que estaba desplomándome, hasta sentir el duro golpe contra el suelo que impacto en mis sienes. Volví en sí. Me sentía yo misma. Tome el libro con fervor y comencé a arrancar sus páginas, entonces me di cuenta de que todas estaban en blanco, pero no me importo y continué en la tarea de asesinar al Quijote. Luego de consumar mi apasionada destrucción, queme la evidencia y la enterré en mi jardín. Ese día, a pesar de todo, me sentí perfectamente feliz. No sentí demasiados remordimientos por lo que hice, y recordé… But I really didn’t mind because I knew that it takes getting everything you ever wanted and then losing it to know what true freedom is. When the people I used to know found out what I had been doing, how I had been living- they asked me why. But there’s no use in talking to people who have a home, they have no idea what its like to seek safety in other people, for home to be wherever you lied you head. I was always an unusual girl, my mother told me that I had a chameleon soul. No moral compass pointing me due north, no fixed personality. Just an inner indecisiveness that was as wide as wavering as the ocean. And if I said that I did’t plan for it to turn out this way I’d be lying- because I was born to be the other woman. I belonged to no one- who belonged to everyone, who had nothing- who wanted everything with a fire for every experience and an obsession for freedom that terrified me to the point that I couldn’t even talk about- and pushed me to a nomadic point of madness that both dazzles and dizzied me.
En ese momento pensé en que mi pasión se hallaba perdida en mis arrabales olvidados, cubiertos de dolor y de algo llamado “el in-olvido” que no me deja ser inmortal y mucho menos me permite esconderme en SU memoria para que me recuerde.


                                                                                                            Créme de l'air

viernes, 5 de julio de 2013

Un viernes Charly Parker.

Viernes. Un viernes tan Charly Parker y tabaco que da pena. Un viernes tan pena que da Charly Parker y tabaco. Una pena tan Charly Parker que da tabaco y viernes. Sobre todo da viernes. Un viernes es un tesoro maldito, de esos por los que vale la pena dar la vida. Y sin embargo, ahí va una más de las noches perdidas, esas que jamás van a ser invocadas en la frases "te acordás de la noche que...". La ceniza cae del hastiado cigarrillo directamente al suelo, e igual de hastiado el humo hace círculos en el aire que se desintegran del hastío. Condenada ciudad gris hastío, hoy tus rincones no serán recorridos. Andate a dormir temprano, lo único que recibirás serán cenizas. Y humo. Humo gris, humo trompeta Parker, humo Don't Blame Me. No me culpes querido humo, yo no quise. O si, si quise. Quise y no quise. Quiero y no quiero. Quiero vivir, no quiero pagar el precio. Quiero ser la Maga, pero no quiero a Oliviera. No quiero que me haga sentir tonta, ni que me oiga desafinar. Y seguiré así hasta que la última ceniza caiga del último cigarrillo de esta vida y de pronto todo deje de ser, simplemente deje, simplemente, simple. Y qué tanto problema si quiero desperdiciar la vida buscando quimeras de sal, y qué si estoy en una pecera y esa pecera en realidad es el vaso que uso para tirar las colillas de cigarrillo. Si mi pecera apaga el incendio del vaso. Si mis quimeras apagan el incendio de TU vaso. O a caso será que la vida es saltar de vaso en vaso, apagando con nuestras quimeras los incendios de los vasos ajenos? En ese caso, de muy buen agrado pondría en la puerta de mi casa un cartel que diga "vengan, hay muchos incendios que apagar en mis vasos". Pero punto y seguido me vería en la obligación de poner otro que diga "Todo el mundo es libre de avivar los incendios" Porque es la verdad. O vos te animás a decirme que podés apagar todos tus incendios? Te animás a decirme que querés apagarlos? Hay veces que pienso que así, muy a la que te criaste, uno tiene que elegir cuál de todos estos, nuestros condenados incendios, merecen la pena. Y que hay una fórmula mágica para desentrañar cada pedacito de fuego y unirlo a la llama máxima del vaso, la llama que nunca debe ser apagada, porque te quiero ver viviendo sin siquiera un poquito de fuego adentro, qué aburridos los lunes de oficina y los zapatos lustrados y el batallón de miércoles de toda una vida con vistas a un viernes sin Charly Parker ni tabaco, y fines de lucro y domingos de ravioles para calzarse la careta gris de los lunes de oficina otra vez. C'est l viè mi querido, ojalá nunca te pase. Buscar y buscar por todos los rincones, esa búsqueda de viernes a la noche que me haga pensar que soy infinita, y que nunca me va a llegar la oficina ni los zapatos de vestir. Deambular por cada pedazo de ciudad, tener miedo, pero un miedo de juguete. Ese miedo que sólo se encuentra un viernes a la noche. Decirle hola a un desconocido, y terminar sabiendo que ese desconocido en el fondo soy yo misma, que ando buscando la inmortalidad en un vaso con fuego adentro, un vaso que tiene otro, y que es un poquito mio, como yo soy de todos los demás. La fórmula. Andá a saber. Yo, por si las moscas, sigo buscando, y en una de esas la encuentro, y no habrá más penas ni olvido. Qué suerte que de vez en cuando, llama a mi puerta un viernes Charly Parker!

martes, 28 de mayo de 2013

Elegía Capitalista a Ray Manzarek..

"dada la brutalidad de las masas, lo masivo fraterniza."

Hoy pasado el mediodía,
en la clínica Romed en Roseheim,
Alemania,
murió el tecladista y fundador de The Doors.
La noticia la dio a conocer la agrupación a través de su página oficial de Facebook.
El músico Ray Manzarek, de 74 años,
padecía hace tiempo de un cáncer hepático y estaba internado en la clínica,
donde luchaba contra la enfermedad,
Ray, en el momento de su muerte, estaba acompañado por su esposa Dorothy y sus hermanos
Rick y James.
Recordado por haber sido quien formó The Doors;
Manzarek fue quien le sugirió a Jim Morrison en un encuentro en Venice Beach,
Los Ángeles, armar la banda en 1965.
Más tarde se convirtieron en uno de los grupos de rock más polémicos de la década del 60.
The Doors vendió más de 100 millones de álbumes en todo el mundo,
y obtuvo 19 discos de oro,
14 de platino y cinco multi-platino en los EE.UU. solamente.
"L.A. Woman", "Break On Through (to the Other Side)",
"The End", "Hello, I Love You", y "Light My Fire"
son algunas de las canciones que hicieron historia.
Después de la muerte de Morrison en 1971,
Manzarek se convirtió en un autor de éxito y un artista nominado al Grammy por derecho
propio.
En 2002, revitalizó su carrera con una gira junto al guitarrista Robby Krieger.

domingo, 26 de mayo de 2013

El boulevard de los sueños (casi)rotos.


¿Qué fue de las tiendas de videos cuando se inventó el DVD?
Cuando tenía seis o siete años cada sábado íbamos al videoclub del boulevard de los sueños (casi)rotos que atraviesa la 44. Es uno de los mejores recuerdos de mi niñez. Ahora que lo pienso creo que tenía siete años, pero la edad esta borrosa, igual que todo lo demás. Extraño esos tiempos, donde existían las películas en video, donde todo estaba bien y nadie reemplazaba a nadie por nada. Aquellos tiempos donde éramos cuatro en el auto, cuatro en la mesa, cuatro en todos lados, cuatro frente al televisor mirando una película en video ¿Por qué lo bueno se va tan rápido? Incluso mucho antes de que nos demos cuenta de lo bueno que era. No sé si en ese momento me daba cuenta de lo afortunada que era por tener un video, por ir a una tienda de video, porque seamos cuatro en el auto. Todo era hermoso, hasta que llego el DVD, y se llevó todo. Con su modernidad, con su juventud, con su atractivo se llevó todo lo (casi)perfecto en mi familia y desplazo a viejo video. Ahora de repente todos piensan en el nuevo DVD y nadie se acuerda que el video esta solo en casa, que el video se esfuerza a cada hora para que lo notemos, que trabaja doce horas al día, que no deja de sangrar, que en algún momento fue feliz.
Si me saco los auriculares siguen discutiendo.
A veces pienso que es mi culpa, no sé porque. La noche se hace día y yo vuelvo a ese viejo video club y me acuerdo de lo dichosa que era. Ahora todos cierran las puertas con fuerza, todos gritan y discuten, todos hacen valijas, todos se van, todos lloran, sufren, se mueren, te mienten, te cambian por un nuevo DVD. Me gustaría que no hubiera pasado eso.
Ojala dejaran de discutir de una vez.
El tiempo cansa y esperamos igual. Yo espero encontrar una tienda que todavía venda videos, o los alquile aunque sea. Alguien en el mundo nunca te va a dejar, supongo que ese alguien es mi video. Está un poco viejo, polvoriento, cansado, exhausto, y sin embargo esta. Con sus cuarenta y cinco años todavía esta. Quisiera que ese DVD jamás se hubiera inventado. Yo lo uso como todos, pero duele. Ese DVD rompió todo, o quizás no, tal vez toda su vida estuvo roto y yo no lo sabía.
Ya dejaron de discutir.
Te extraño video club, tanto que ni yo logro entender ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué tuviste que irte y lastimar a todos? ¿Por qué no luchaste un poco más por quedarte? ¿Por qué me lastimaste así yéndote? Yéndote sin saber que con vos te llevabas todo.
Silencio total, y el video llora, sangra, sufre.
Hace poco pase por el olvidado video club, y vi las letras viejas y oxidadas del letrero, y me puse a pensar en todas las veces que nuestro auto se estaciono por esa vereda, cuantas veces entramos por esa puerta, cuantas veces salude a la dueña mientras iba a alquilar la misma película de todos los sábados, cuando todavía éramos cuatro y el video era feliz, y no lloraba y no sufría y no estaba roto. Y al volver a ese lugar y ver ese letrero, viejo y roto, pensé en las personas que trabajan ahí antes y en lo felices que nos hacían, pensé en lo feliz que era cuando papá me decía -¿vamos al video club?- y todos íbamos, y todos sonreíamos y nos sentíamos felices, y éramos cuatro. Entonces comprendí que eso no iba a volver porque ahora está el DVD, y me di cuenta que ese letrero era un sueño roto.


                                                                                                                             Créme de l'air

sábado, 18 de mayo de 2013

La Inmaculada.

La odio. La detesto con todo mi ser. Qué querés que te diga, no lo puedo evitar. El odio me sale de lo más profundo de las entrañas, patrañas, y me hace hervir la sangre. Yo no se porqué tan así, pero así mismo es. Exclusiva. Malvada, toda ella. Tan perra y gata, tan mosca y araña a la vez. Y lo peooorrr (con muchas erres y muchas o) peor de todo, tan genial. Tan musa, tan TAN.
no te salves ahora 
ni nunca 
no te salves 
no te llenes de calma 
no reserves del mundo                                  
sólo un rincón tranquilo 

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada 
reina, torre directa y peón ladino 
sobre lo negro y blanco del camino 
buscan y libran su batalla armada. 

No saben que la mano señalada 
del jugador gobierna su destino, 
no saben que un rigor adamantino 
sujeta su albedrío y su jornada. 

¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme! 



Para que tú me oigas 

mis palabras 
se adelgazan a veces 
como las huellas de las gaviotas en las playas. 

Collar, cascabel ebrio 
para tus manos suaves como las uvas. 

Y las miro lejanas mis palabras. 
Más que mías son tuyas. 
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras. 

Ellas trepan así por las paredes húmedas. 
Eres tú la culpable de este juego sangriento. 

Ellas están huyendo de mi guarida oscura. 
Todo lo llenas tú, todo lo llenas. 

Antes que tú poblaron la soledad que ocupas, 
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza. 

Ahora quiero que digan lo que quiero decirte 
para que tú las oigas como quiero que me oigas. 

El viento de la angustia aún las suele arrastrar. 
Huracanes de sueños aún a veces las tumban. 

Escuchas otras voces en mi voz dolorida.

Y sí, de que pensabas que te hablaba? De la elegante mujer que atonta al mundo con su porte, con su voz ronca de miles de años, de hombres vencidos, de muertos en la gloria, de herejes y diablos, de casas en la arena y sangre en el trigo. Sí, dale, tratame de hereje. No puedo decirte que no lo merezco. Acepto mi cruz, el pecado es mio y de nadie más. Pero querés saber por qué la odio? Porque nunca voy a poder ser ella. Porque no puedo ni acercarme 2 pasos, que la muy puta huye de mi. Porque no me quiere, ni me deja quererla. Por más que estire y recontra estire mis brazos humanos ella es más alta, más etérea, más Borges y sus laberintos. Y yo me pregunto: para qué tanto? Por qué no puede ser baja, mundana como todos nosotros? Por qué, siendo ella hija nuestra, no puede ni siquiera un poquito bajarse del pedestal blanco que la erige por sobre todo el resto? Ella, la inmaculada. No te diste cuenta? Me río de vos, atrio blanco. Me río de todo lo que sos, me río porque sos cosa de pocos. Qué pasa si alguna vez yo, pobre mortal, te bajo y te obligo a tomar unos mates con la vecina de la esquina? Porque puedo hacerlo. Porque todos podemos hacerlo. Tenenos miedo vos, poesía vieja, poesía blanca, inmaculada en tu altar de laureles. Porque un día te vamos a bajar, te vamos a sacar los zapatos, te vas a ensuciar de barro y sol, de tiempo y sal, y te juro, yo te juro, te va a gustar.

viernes, 17 de mayo de 2013

viernes, 10 de mayo de 2013

"No se culpe a nadie" (Final del juego, 1956), de Julio Cortázar

El frío complica siempre las cosas, en verano se está tan cerca del mundo, tan piel contra piel, pero ahora a las seis y media su mujer lo espera en una tienda para elegir un regalo de casamiento, ya es tarde y se da cuenta de que hace fresco, hay que ponerse el pulóver azul, cualquier cosa que vaya bien con el traje gris, el otoño es un ponerse y sacarse pulóveres, irse encerrando, alejando. Sin ganas silba un tango mientras se aparta de la ventana abierta, busca el pulóver en el armario y empieza a ponérselo delante del espejo. No es fácil, a lo mejor por culpa de la camisa que se adhiere a la lana del pulóver, pero le cuesta hacer pasar el brazo, poco a poco va avanzando la mano hasta que al fin asoma un dedo fuera del puño de lana azul, pero a la luz del atardecer el dedo tiene un aire como de arrugado y metido para adentro, con una uña negra terminada en punta. De un tirón se arranca la manga del pulóver y se mira la mano como si no fuese suya, pero ahora que está fuera del pulóver se ve que es su mano de siempre y él la deja caer al extremo del brazo flojo y se le ocurre que lo mejor será meter el otro brazo en la otra manga a ver si así resulta más sencillo. Parecería que no lo es porque apenas la lana del pulóver se ha pegado otra vez a la tela de la camisa, la falta de costumbre de empezar por la otra manga dificulta todavía más la operación, y aunque se ha puesto a silbar de nuevo para distraerse siente que la mano avanza apenas y que sin alguna maniobra complementaria no conseguirá hacerla llegar nunca a la salida. Mejor todo al mismo tiempo, agachar la cabeza para calzarla a la altura del cuello del pulóver a la vez que mete el brazo libre en la otra manga enderezándola y tirando simultáneamente con los dos brazos y el cuello. En la repentina penumbra azul que lo envuelve parece absurdo seguir silbando, empieza a sentir como un calor en la cara aunque parte de la cabeza ya debería estar afuera, pero la frente y toda la cara siguen cubiertas y las manos andan apenas por la mitad de las mangas, por más que tira nada sale afuera y ahora se le ocurre pensar que a lo mejor se ha equivocado en esa especie de cólera irónica con que reanudó la tarea, y que ha hecho la tontería de meter la cabeza en una de las mangas y una mano en el cuello del pulóver. Si fuese así su mano tendría que salir fácilmente, pero aunque tira con todas sus fuerzas no logra hacer avanzar ninguna de las dos manos aunque en cambio parecería que la cabeza está a punto de abrirse paso porque la lana azul le aprieta ahora con una fuerza casi irritante la nariz y la boca, lo sofoca más de lo que hubiera podido imaginarse, obligándolo a respirar profundamente mientras la lana se va humedeciendo contra la boca, probablemente desteñirá y le manchará la cara de azul. Por suerte en ese mismo momento su mano derecha asoma al aire, al frío de afuera, por lo menos ya hay una afuera aunque la otra siga apresada en la manga, quizá era cierto que su mano derecha estaba metida en el cuello del pulóver, por eso lo que él creía el cuello le está apretando de esa manera la cara, sofocándolo cada vez más, y en cambio la mano ha podido salir fácilmente. De todos modos y para estar seguro lo único que puede hacer es seguir abriéndose paso, respirando a fondo y dejando escapar el aire poco a poco, aunque sea absurdo porque nada le impide respirar perfectamente salvo que el aire que traga está mezclado con pelusas de lana del cuello o de la manga del pulóver, y además hay el gusto del pulóver, ese gusto azul de la lana que le debe estar manchando la cara ahora que la humedad del aliento se mezcla cada vez más con la lana, y aunque no puede verlo porque si abre los ojos las pestañas tropiezan dolorosamente con la lana, está seguro de que el azul le va envolviendo la boca mojada, los agujeros de la nariz, le gana las mejillas, y todo eso lo va llenando de ansiedad y quisiera terminar de ponerse de una vez el pulóver sin contar que debe ser tarde y su mujer estará impacientándose en la puerta de la tienda. Se dice que lo más sensato es concentrar la atención en su mano derecha, porque esa mano por fuera del pulóver está en contacto con el aire frío de la habitación, es como un anuncio de que ya falta poco y además puede ayudarlo, ir subiendo por la espalda hasta aferrar el borde inferior del pulóver con ese movimiento clásico que ayuda a ponerse cualquier pulóver tirando enérgicamente hacia abajo. Lo malo es que aunque la mano palpa la espalda buscando el borde de lana, parecería que el pulóver ha quedado completamente arrollado cerca del cuello y lo único que encuentra la mano es la camisa cada vez más arrugada y hasta salida en parte del pantalón, y de poco sirve traer la mano y querer tirar de la delantera del pulóver porque sobre el pecho no se siente más que la camisa, el pulóver debe haber pasado apenas por los hombros y estará ahí arrollado y tenso como si él tuviera los hombros demasiado anchos para ese pulóver, lo que en definitiva prueba que realmente se ha equivocado y ha metido una mano en el cuello y la otra en una manga, con lo cual la distancia que va del cuello a una de las mangas es exactamente la mitad de la que va de una manga a otra, y eso explica que él tenga la cabeza un poco ladeada a la izquierda, del lado donde la mano sigue prisionera en la manga, si es la manga, y que en cambio su mano derecha que ya está afuera se mueva con toda libertad en el aire aunque no consiga hacer bajar el pulóver que sigue como arrollado en lo alto de su cuerpo. Irónicamente se le ocurre que si hubiera una silla cerca podría descansar y respirar mejor hasta ponerse del todo el pulóver, pero ha perdido la orientación después de haber girado tantas veces con esa especie de gimnasia eufórica que inicia siempre la colocación de una prenda de ropa y que tiene algo de paso de baile disimulado, que nadie puede reprochar porque responde a una finalidad utilitaria y no a culpables tendencias coreográficas. En el fondo la verdadera solución sería sacarse el pulóver puesto que no ha podido ponérselo, y comprobar la entrada correcta de cada mano en las mangas y de la cabeza en el cuello, pero la mano derecha desordenadamente sigue yendo y viniendo como si ya fuera ridículo renunciar a esa altura de las cosas, y en algún momento hasta obedece y sube a la altura de la cabeza y tira hacia arriba sin que él comprenda a tiempo que el pulóver se le ha pegado en la cara con esa gomosidad húmeda del aliento mezclado con el azul de la lana, y cuando la mano tira hacia arriba es un dolor como si le desgarraran las orejas y quisieran arrancarle las pestañas. Entonces más despacio, entonces hay que utilizar la mano metida en la manga izquierda, si es la manga y no el cuello, y para eso con la mano derecha ayudar a la mano izquierda para que pueda avanzar por la manga o retroceder y zafarse, aunque es casi imposible coordinar los movimientos de las dos manos, como si la mano izquierda fuese una rata metida en una jaula y desde afuera otra rata quisiera ayudarla a escaparse, a menos que en vez de ayudarla la esté mordiendo porque de golpe le duele la mano prisionera y a la vez la otra mano se hinca con todas sus fuerzas en eso que debe ser su mano y que le duele, le duele a tal punto que renuncia a quitarse el pulóver, prefiere intentar un último esfuerzo para sacar la cabeza fuera del cuello y la rata izquierda fuera de la jaula y lo intenta luchando con todo el cuerpo, echándose hacia adelante y hacia atrás, girando en medio de la habitación, si es que está en el medio porque ahora alcanza a pensar que la ventana ha quedado abierta y que es peligroso seguir girando a ciegas, prefiere detenerse aunque su mano derecha siga yendo y viniendo sin ocuparse del pulóver, aunque su mano izquierda le duela cada vez más como si tuviera los dedos mordidos o quemados, y sin embargo esa mano le obedece, contrayendo poco a poco los dedos lacerados alcanza a aferrar a través de la manga el borde del pulóver arrollado en el hombro, tira hacia abajo casi sin fuerza, le duele demasiado y haría falta que la mano derecha ayudara en vez de trepar o bajar inútilmente por las piernas, en vez de pellizcarle el muslo como lo está haciendo, arañándolo y pellizcándolo a través de la ropa sin que pueda impedírselo porque toda su voluntad acaba en la mano izquierda, quizá ha caído de rodillas y se siente como colgado de la mano izquierda que tira una vez más del pulóver y de golpe es el frío en las cejas y en la frente, en los ojos, absurdamente no quiere abrir los ojos pero sabe que ha salido fuera, esa materia fría, esa delicia es el aire libre, y no quiere abrir los ojos y espera un segundo, dos segundos, se deja vivir en un tiempo frío y diferente, el tiempo de fuera del pulóver, está de rodillas y es hermoso estar así hasta que poco a poco agradecidamente entreabre los ojos libres de la baba azul de la lana de adentro, entreabre los ojos y ve las cinco uñas negras suspendidas apuntando a sus ojos, vibrando en el aire antes de saltar contra sus ojos, y tiene el tiempo de bajar los párpados y echarse atrás cubriéndose con la mano izquierda que es su mano, que es todo lo que le queda para que lo defienda desde dentro de la manga, para que tire hacia arriba el cuello del pulóver y la baba azul le envuelva otra vez la cara mientras se endereza para huir a otra parte, para llegar por fin a alguna parte sin mano y sin pulóver, donde solamente haya un aire fragoroso que lo envuelva y lo acompañe y lo acaricie y doce pisos.

miércoles, 1 de mayo de 2013

El zaguán eterno.

Enigmático, callado y pálido; ve todo pero no dice nada. Saca conclusiones sin indagar, muestra solo una parte de su rostro y bajo una capucha muy grande se oculta del mundo. Mira para todos lados y cree que alguien lo sigue, se detiene a escuchar el eco de sus propios pasos, y bajando la mirada hace un gesto para el mismo y desaparece fugaz en la niebla.                       
Hace un tiempo que lo observo y aún no lo descifro, lo chequeo y trato de seguirlo, pero mi sombra sobrepasa cualquier cosa, y es demasiado  notoria; siempre que lo intento él lo nota.                     
No me rindo y trato de espiarlo, persuado y manipulo a todo el mundo para que me vendan una pequeña porción de información, tal vez un mísero dato acerca de este misterioso hombre.                                                                                           
En las tardes grises y oscuras, donde cualquiera siente un vacío interno, eran horas doradas para este sujeto. Casi siempre merodeaba  acompañado de una bolsa, que salía vacía y volvía llena.                                                                                          
Logre llegar a su residencia, el hombre no se encontraba allí. Insisto en entrar. Logro treparme por una pared que daba a un zaguán largo. Consigo pasar. En mi camino por ese tétrico zaguán que desembocaba en una oscura puerta, sentía una sensación de malestar y miedo; mi cabeza daba vueltas y sentía que alguien me pegaba en las rodillas. Mis tobillos parecían hundirse en el duro y firme suelo, mientras que mis manos parecían pesar como dos bolsas de piedras.                                                                                 
Mi cuerpo no soporto y caí al piso sin poder hacer nada. En mi agonía trataba de levantarme, pero no me era posible; tuve la sensación de que algo me mantenía pegado al piso, de una manera atrayente y difícil de  deshacer.                     
No resistí la presión y mis ojos expulsaron lágrimas sin cesar, hasta que sentí un vacío que me devoraba por dentro. Estaba consumiéndome, y en ese preciso instante note que ya no estaba allí, ya no pertenecía a lo que sea que tuviera que pertenecer; mi cabeza volteo la mirada con lo las últimas fuerzas vivas en mí y lo vi. Lo más perturbador que había percibido. Mi última imagen fue eterna, inolvidable y horrorosa, pero esas gotas y manchas rojas en sus manos, que salpicaban el pavimento, fueron las que tiempo después encontraron en mí.                           

                                                                 Penny Lane

DAISIES CUTTERS!!

"I tell you thiiis, no eternal reward will forgive us now for waisting the dawn"

CCIV


“Retratos Imaginarios”

//Notas extraídas de un cuaderno de anotaciones de Cesare Lombroso, Médico, Criminólogo, Malapersona.//

(Entrevistado número 3472, penitenciaria de Turín, 1809)

Abrió la puerta de un golpe. Desde ese momento ya tuve en claro quién era, lo olí enseguida de sus ojos. Sabía que en su mente corría un triste dictador de piernas flacas y ojos caídos, párpados tan pesados como sus pies que tan cansados de rebotar por la tierra se sentían con la autoridad y el deber de imponer orden. Hacer pestañar bien a la gente. La nítida  necesidad de escupir en la frente a las personas que sin darse cuenta pisaron de punta cierto escalón o soñaron una vez con ballet, gente que sentía la música desde sus pies y no desde sus oídos irían a los centros de trata de dementes. Todos pestañaríamos como es debido, como este infeliz manda.

Empezó a hablar de literatura, y en su fauces destellaba cierta malicia al pronunciar nombres, los decía como viejos conocidos, bukowski, murakami, enfermos a los que se saluda por educación, que se los entiende y dan lástima. Sonreía como un chacal muy convencido de tener a su presa en custodia, de alimentarla, herirla, solo por placer. Pero sus dientes eran de cartón-piedra, su lengua, como un cadáver poroso y naranja chasqueaba en el aire, pero su rostro, ya enfermo de prepotencia creía saber que del mundo todo está dicho. Y si, todo está dicho, pero de tu cara, infeliz, de tu cara nadie se tomo el trabajo hasta ahora.

Parecía no estar enterado de lo que pasaba en su boca. Del maxilar izquierdo trepaba un pilar al ojo izquierdo, medio bizco de tanto tapárselo. Anidan sombras en sus uñas. Lunares temblorosos se sumergían en su rasgada epidermis, cada poro era un abismo. Tenía ideas tan distorsionadas y jorobadas como el culo de una botella, y de sus fosas nasales chorreaba un formol que se negaba a abandonar su matriz, tenía ese olor que recordaba a algún experimento venido a menos.

Después estaba su pelo, su pelo no solo era obtuso y conservador, era como un óleo resquebrajado, pero de una manera incómoda, su pelo parecía resistirse a formar parte de él, se podía ver que poco a poco lo abandonaba, mechón a mechón, huían de ese animal enfermo. Las puntas de su cabello terminaban en llanto y lágrimas estancadas. Tenía leves cinceladas a los costados de la cara como pequeñas cárceles incrustadas en su cara. Era una enredadera que se enroscaba en sus labios la prueba de su extravagancia, sin mencionar los andamios y puentes que se tendían de ceja a ceja arbitrariamente.

 Y ahora llega el momento de explicar sus ojos. Esos maníacos y resentidos ojos eran de un color marrón-trampa, no era difícil sospechar que detrás de ellos se destilaban venenos repulsivos, se empollaban huevos rabiosos, ese hombre era una trampa. Sé que era un inquisidor, un doctor y un psicólogo, todos provocados por el mismo laxante. Su corazón debía latir solo de vez en cuando y solo para matar.

Tenía un alma callosa de tanto arrastrarse y tantos golpes. Repudio tu sombra y tu filosofía hasta la horca, perro. Y con esa intención de que todo debía sufrir una nebulosa utilidad. Quería imponer su  sonrisa de paloma, su idioma histérico y agónico.
 Hacía el final,  la conversación empezó a decaer, y yo ya de espaldas leía algo más. Ese desdén , el cual él interpreto como una rendición, era en realidad ,simplemente, una declaración de defunción. Podría haberle avisado de todo esto que tenía en la cara, darle un espejo y aterrarlo. Pero no tiene caso, me volvería un dictador del racionalismo yo mismo, le diría que es y no que puede llegar a ser. Podría decírselo, pero no, mejor no, voy a dejar pasar ese desfile de sargentos, y emperadores asiáticos, y burócratas, y marchas militares, y prospectos médicos, ni siquiera a eso vale darle la tristeza de un espejo.

(Entrevistada número 1385, penitenciaria de Turín, 1834)

Se sentó de mala gana. Sus ojos parecían interminables, reflejaban un carnaval de locuras. Mejor dicho, parecían reflejar un santuario de locuras, lo que era clínicamente peor.  En la entrada dijeron que estaba condenada a la horca, sentí pena por ella. Y yo tengo la desidia de llamarme Lombroso, soy un animal, ellos también me colgarán, lo sé. Ayer los escuché murmurar. El verdugo y el sucio del guardia. Me secuestrarán para siempre. Pero esos perros no me van a atrapar vivo. De eso dejo testimonio. Son unos ilusos si creen poder atraparme. Sus cepos y yugos son inútiles. Voy a vivir en los ojos de esta loca. Voy a proclamar este nuevo santuario mío. Nadie me encontrará allí. Ella se lo llevará en sus lóbulos a la horca, nadie podrá encontrarme luego. Tocaré esa insoportablemente encantadora melodía de saxo, les voy a inundar los oídos de dulce jazz. Al verdugo y al guardia. Nunca van a sospecharlo. Les voy a regalar un poco de vida. Sus cadenas no servirán, solo encontrarán una habitación vacía, un descontrol de habitación, pero vacía. 

Voy a dejar de escribir, sospecho que tienen control de mis informes y los leen con vasos de whisky en la mano.

 Tranquilos, incompletos y solos.

10 things I hate about you

"I hate the way you talk to me, and the way you cut your hair. I hate the way you drive my car, I hate it when you stare. I hate your big dumb combat boots and the way you read my mind. I hate you so much it makes me sick, it even makes me rhyme. I hate the way you’re always right, I hate it when you lie. I hate it when you make me laugh, even worse when you make me cry. I hate it when you’re not around, and the fact that you didn’t call. But mostly I hate the way I don’t hate you, not even close… not even a little bit… not even at all."



10 things I hate about you (1999)

martes, 30 de abril de 2013

Travesías cotidianas


    No estoy disconforme con mi trabajo, pero les aseguro que no hay momento del día en el que experimente mayor sosiego que mientras desciendo esmeradamente por las escaleras del frente del edificio con el sol resplandeciente dándome de lleno en la cara.
    Y, ¡cómo olvidarlo! También resulta sumamente estimulante volver a casa. Puedo afirmar en base a mi experiencia, que subirse al micro después de haber esperado cuarenta minutos es estupendo. Sumemos a esto un hacinamiento desmedido de gente, y convertiremos lo que parecía ser solo un simple viaje de regreso a casa en una formidable aventura. Aún más escaleras que subir, más peldaños que demandarán mi coordinación como si fuera la persona más importante del universo. Suelo concebir la idea de que todos somos iguales a la hora de subir peldaños. El presidente, el rey, el vecino que se rehúsa a cuidar de mi perro por más que le haya asegurado que no volvería a morderlo… en fin, todos, como ya afirmé antes, recorremos los tramos de escalera que nos separan de nuestro objetivo de la misma manera. Un pie cada vez, de forma alternada, o saltando con los dos en el caso de que nuestro estado físico nos lo permita, nos acercan progresivamente a una superficie horizontal.
    La escalera que conduce a mi departamento tiene forma de caracol. Me deleito con la aparición de cada nuevo escalón. Recorro la balaustrada con la yema de los dedos, y de cuando en cuando me topo con una minúscula astilla que el fabricante habrá olvidado lijar.
Llevo mi portafolio en mi mano derecha. En la izquierda, el reloj. Las dos menos diez, y esa sonrisa optimista que me insta a recorrer más rápidamente el trecho que me separa de mi departamento. Me agrada recorrer ese último tramo, en el que se pueden percibir los aromas que emanan las comidas caseras de Marta, la vecina que siempre accede a cuidar al perro. A ella aún no la mordió, y sospecho que puede tener algo que ver el hecho de que no le haya pegado cuando intentó acercarse en busca de comida (no como cierto señor del cuarto piso que prefiero no nombrar).
    Debo admitir que me encuentro agotado de tanto subir escaleras, pero me reconforta saber que pronto llegaré al noveno piso y podré levantar las manos en el aire, fingiendo ser el primer competidor de la carrera en llegar a la meta, con un público imaginario que me ovacionará y aclamará.
    Sigo teniendo el reloj en la muñeca izquierda. Ahora son las cuatro menos cuarto. Me pregunto por qué aún no llegué a mi departamento. Sé que mi estado físico no es el mejor, pero estoy seguro de que, para subir doscientos veintisiete escalones, alrededor de diez minutos me bastan.
    Las agujas de mi reloj señalan las seis menos veinte. Aprecio que no se burle de mí con esa típica sonrisita suya de una menos diez. Me encuentro francamente fatigado, me detendré por unos minutos en este escalón para recuperar fuerzas… ¡Esperen! ¿Qué es eso?
    Ustedes no me conocen personalmente, pero deben creerme cuando les digo que ese condenado aviso no se encontraba allí hace unos instantes. “No ose sentarse”, reza la inscripción. ¿Quién se cree el cartel para ordenarme qué debo hacer? ¿Y por qué debo yo acatar sus órdenes? Haré caso omiso y desafiaré su autoridad.
    Aunque, por otro lado, quién sabe que podría suceder si “oso” incumplir el mandato del cartel. Tal vez sencillamente procuraba serme de alguna ayuda al advertirme.
    Sea como fuere, ya no me siento con fuerzas para continuar este eterno ascenso…
    Me deslizo por una especie de tobogán que ocupó el lugar de la escalera. Aquel vórtice negro no puede significar más que problemas. Cierro los ojos para evitar ver el final que irremediablemente me aguarda al final de este descenso.
    Me siento arrojado hacia unas puertas en medio de las cuales vislumbro una luz blanca cegadora.
    Una incesante alarma me advierte que debo quitar la pierna de la entrada del ascensor.
    Me encuentro extenuado, pero no me fío de estas nuevas tecnologías.
    Subiré por la escalera.

La marquesa de Ondariva 

lunes, 29 de abril de 2013

La maquina de mariposas.


Sé que no somos normales. Yo puedo soportarlo. Y a la vez deduzco que los demás también pueden. O pueden fingirlo. Las cosas que escribo tienen un sentido muy lógico para mí. Is et areid sam ed ol euq odeup (leer desde el final de cada palabra) ¿Dónde está Borges? ¿Dónde está Kafka? Porque cada vez que ellos escriben se ven perseguidos por los laberintos de sus soledades. Yo no puedo ser Borges. No quiero ser Kafka. Y todos quieren ser ellos, y a veces puede que yo también quiera. Pero Tal vez en uno de esos arrabales perdidos este todo eso que borramos, sin querer, o porque lo queríamos borrar, o porque otra persona lo hizo por nosotros. Pero seguramente con el tiempo esta pasión será desafortunada. Porque yo quiero ir a ese lugar, y recuperar muchas cosas, porque pienso en alguien sensible que perdió a alguien importante, y porque conjuntamente no existe la libertad. Quizás en el mundo que nos inventamos estén este tipo de cosas. En el mundo, hoy por hoy, se hacen muchas preguntas y sé que cada día me equivoco más, porque todo dura un poco más de lo que debería.                                                                                                                   (Si al lector le apetece puede leer lo que sigue escuchando la canción Asleep, de The Smiths) Ser yo, ser alguien, ser y quedar. O no ser nada, pero ser especial. Escuchando el sonido del silencio, porque no queda más nada que perder que lo hemos vivido. Ese momento cuando todo te maravilla, cuando te duele la sangre y te das cuenta de cosas. Y piensas que lo que pasa en esta cabeza no se puede curar ¿podre alguna vez alejarme de esto? Es igual a algo nuevo, te emociona por un tiempo, pero después te aburre y es igual a todo lo demás. Y yo odio todo lo demás. Busco a los que se ríen con los ojos y ven cosas, a los que creen en Maktub y aman el arte de los extraños, a los que abrazan el alma y sienten tristeza al pensar en nada. A esos que saben que algún día van a ser demasiado viejos para hacer todo aquello que amaban hacer y que también algún día se olvidarán de todas las cosas que los hacían felices de jóvenes, y de las personas con las que pasaron sus primeros 18 años de vida. A las personas que les gusta sentir el viento en la cara. Por todo esto y mucho más, yo ya no hablo de mi destino. Es mejor cantarle a libertad, aunque rara vez nos dé signos de vida. A la vez, es lunes, y yo no sé qué tiene que ver la vida con los lunes. Si las puertas de la percepción fueran depuradas, todo aparecería ante el hombre tal cual es: Infinito (Doy a entender que el lector sabe de quién es este fragmento de poema) ¿Quién eres tú? ¿Estás en contacto con todas tus oscuras fantasías? ¿Has creado una vida para ti mismo donde eres libre para experimentarla? (Gracias) Ahora quiero que el que lea esto piense en ese lugar, donde hay alguien y donde somos alguien, donde queremos y nos quieren, y las cosas nos maravillan. Es el mejor lugar del mundo.

PD: Nunca van a encontrar lógica en lo que escribo si no les gusta masticar palabras viejas y usadas.

                                                                              Penny Lane

 

sábado, 27 de abril de 2013

Lupas cosas.


La lenta luna lotiforme lubrica lindas letras lúcidas. Luciérnagas luchan, lucifer lidia la lucrativa lentitud londinense. La luctuosa lectura los lunes luminosos, la lucia EREUM lupas.
                                                      Penny (in the sky with diamonds)

No nos arrepentimos.


viernes, 26 de abril de 2013

Como si los unos no fuéramos los otros.

¡Ey vos! Sí, vos. Ese que esta ahí, leyendo esto. ¿Qué hacés si yo te digo que en realidad no estás leyendo, sino que por el contrario, estás siendo leído por el aparatito cuadrado que pensás que manejás a la perfección? ¿Qué hacés si de pronto te das cuenta que te estás sintiendo cada vez menos vos y más libro? ¿Que en vez de escuchar esa música que tanto te gusta, caés en la cuenta de que sos un acorde más de una canción cualquiera, la cuerda más grave del bajo? Yo me pregunto lo mismo. Porque hace un rato que me estoy mirando los dedos y están cada vez más amarillos hoja de libro viejo. Y sí, ningún libro con 21 años tiene olor a nuevito. Por pies tengo dos paréntesis, pero no me desespero. Me están creciendo palabras agudas y esdrújulas en el pecho. Las graves en cambio, se me cuelgan de la nariz. Reíte de esto, pero de la boca no me sale ni una. Anda a saber. No puedo hablar. La lengua se me llenó de puntos y comas. Tendrías que ver mi pelo. Un remolino de palabras para peinar y despeinar a mi antojo, justamente con las manos que te conté recién que eran hojas amarillas. Ahora me pongo a pensar un poco (porque por lo visto todavía el cerebro sigue en su lugar con sus circunvoluciones y demáses yerbas queÉRASE UNA VEZ EN EL OJO DE UNA CERRADURA CUALQUIERA UNhay inmersas en él) y me doy cuenta de quePERKERILÉS QUE DE NOCHE SALÍA A MIRARno hay forma de queLA HERMOSA LUNA LLENA, PORQUE EN SU MUNDO TODAS LAS LUNAS ERAN LLENASvolverse libro sea malo. ¿O sí?EL PERKERILÉS REÍA CON RISA DE AGUA, DE ESAS RISAS QUE NUNCA DEJAN DE CAERno sé cuánto tiempo de humanidad me queda. Me llamo Eleanor Rigby y me estoy volviendo libro. Tengo miedo. ¿Seré un buen libro? ¿Seré uno de Cortázar? ¿O seré uno de esos que se compran y se abandonan en la frialdad de la biblioteca, a volverse cada vez más y más amarillo sin siquiera una resurrección? EL PERKERILÉS SALE MUY TEMPRANO DE SU CERRADURA CUALQUIERA PARA PASEAR POR LAS CORNISAS........ No puedo siquiera ojearme a mí misma. ¿Qué estaré diciendo? Una fuerza invisible me hace cosquillas, como si estuviera escribiéndome en la espalda. ¿Qué será un perkerilés? A vos, que estás leyendo esto, se te ocurrió alguna vez que ibas a conocer a alguien que se estaba volviendo librY LE OFRENDA AL SOL UNA HOJITA DE CAÑA SECA, QUE EN LA LENGUA DE LOS PERKERILESES QUIERE DECIR "INCLUSO SI NO TE VEO TE LLEVO CONMIGO, PORQUE VOS SOS SIEMPRE MI ABRIGO"........ Creo haber sido una buena persona. No creo saber muy bien quién soy, ni que quiero, ni a donde voy, ni por qué. Sólo sé que soy. ¿Será que el libro que yo sea tenga acaso algo que ver con la persona que fui? Ya estoy lista. ¡Chau lector! ¡Espero volver a encontrarte! Avisale a alguien que yo, Eleanor Rigby, ya no soy más quien creí ser. Ya me volví libro. Bueno o malo, pero libro al fin. ¡INTERESANTE COSA LA LENGUA PERKERILESA! ESTOS SERES NO SE HABLAN, SI NO ES EN RIMA. ALGUNOS PERKERILESES MUY EDUCADOS NI SIQUIERA RÍEN SI NO ES EN VERSO, POR CONSIDERARLO UNA FALTA DE RESPETO PARA CON EL RESTO DE SU GENTE. Y EN LAS NOCHES DE LUNA (QUE, COMO FUE ACLARADO ANTES, SIEMPRE SON LLENAS) SALEN TODOS A LOS UMBRALES DE LAS CASAS DE LOS HUMANOS QUE NO SABEN DE SU EXISTENCIA Y CANTAN SU HIMNO, A LOS GRITOS Y DESAFINADO, Y SE RÍEN COMO LOCOS DE LA FRÍA LÓGICA, POR QUE ESTOS PEQUEÑOS SERES NO CREEN BAJO NINGÚN PUNTO DE VISTA, QUE DOS MÁS DOS SEA CUATRO, NI QUE LOS OLMOS NO DEN PERAS.

jueves, 25 de abril de 2013

Las ventajas de ser yo.


Esto suele ocurrir a veces. La pregunta que se hace el lector es ¿Qué suele ocurrir a veces? Supongo que el narrador puede responder a eso, el otro asunto es ¿Dónde está el narrador? Y es en estos instantes en que David Bowie viene a mi cabeza, aunque desconozco la razón. Ya todos sabemos eso, pero pretendemos no saberlo ¿Por qué tiene que haber una lógica para escribir? Cortázar decía que un hombre vomitaba un conejo, yo le creo y creo que Eleanor Rigby también le cree. La cuestión aquí es que todos nos vemos perseguidos por nuestras soledades, y finalmente buscamos un consuelo intersecó ¿Por qué no creamos un género literario? Ideas hay por doquier, el asunto es que todo esto no se relaciona en nada con “Lo que suele ocurrir a veces” y en estos instantes de desvarió cuando el lector opta por pensar que lo que lee es una estólida narración carente de lógica, es cuando yo digo ¡SUM MUS! Igual que ese poeta platense, yo prefiero a los muertos que vienen a darte la bienvenida, los vivos siempre se despiden. Frustración. Y un dulce recitativo me acompaña. En este momento mi mente procesa recuerdos, y pienso que debí coleccionar esas lágrimas alguna vez, quizás lo haga, pero alguien ya lo hizo, y Poe dijo que no confiemos en los gatos negros, o mejor aún en nosotros mismos si tenemos gatos negros; aunque en realidad no sé si quiso decir eso.

“In girum imus nocte et consumimur igni”.

Pido disculpas por la frase de arriba, es difícil controlar todo el panorama. Carlos Aprea no estudio Letras, pero quería tanto estudiar que me miro feo cuando le dije que quería estudiar Letras, abrazos a él, es un gran poeta aunque él no se quiera llamarse poeta.Un caballo vive promedio alrededor de treinta años. Aun no sé nada del paradero del autor, quizás no ha podido soltar esas sogas que rodean su cuerpo. No estoy confesando nada. Consumimur igni. Yo entiendo que a veces no puedo controlar esto, pero me esfuerzo, enserio. No vomito conejos, ni confundo a molinos con gigantes, no tengo una ruina circular, ni recuerdo como seguir escribiendo lo que sigue. Pero lo que si me acuerdo es un poema que ella me robo, y ella ya no existe. Si mal no recuerdo decía así:

El viento soplaba puella feliz, mientras la luz reflejaba la soledad alegre del viento rojo asomado al molinete rojoamarilloblanco de tu lupa esperanza.

En realidad creo que no era así el poema, pero a ustedes no les molesta porque aún leen esperando encontrar algo más inusual, y quizás aún lean porque quieren saber si el autor llegara en algún momento. Ahora que recuerdo ese nudo en sus manos no estaba lo suficientemente apretado, por lo que deduzco que lograra soltarse, y a juzgar por el ruido proveniente del comedor creo que ya lo hizo. Allí viene. Me siento como en “Casa Tomada”. Ustedes acuérdense de esto. El autor va a borrar todo esto. Yo me pregunto… cuando se borra un texto, una foto ¿A dónde va a parar? Porque yo quiero ir a ese lugar donde van las cosas borradas, así podré peinar la soledad con más carisma (¿podré?) Sí. Entonces ¿Por qué los griegos? Yo sé porque, pero no viene al caso supongo. Chano decía que la felicidad era como la luna, muchas veces no nos detenemos a buscar a la luna en el cielo, otras veces las buscamos y no la hallamos, hasta que un día se nos planta un ojo al cielo y ahí está, redonda y llena de misterios.                                                                                                                                                              Antes de irme voy a efectuar un soliloquio; claro que ustedes no podrán verlo, ni escucharlo porque son lectores, pero me gustaría que piensen que realmente lo hice, porque juro que lo haré. Punto final, el autor logro soltarse definitivamente creo. Está más cerca, igual es medio ciego así que me da tiempo de esconderme. Ya no estoy aquí.

“Las ruinas circulares” por Jorge Luis Borges.

El propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural. Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. Ese proyecto mágico había agotado el espacio entero de su alma; si alguien le hubiera preguntado su propio nombre o cualquier rasgo de su vida anterior, no habría acertado a responder. Le convenía el templo inhabitado y despedazado, porque era un mínimo de mundo visible; la cercanía de los leñadores también, porque éstos se encargaban de subvenir a sus necesidades frugales. El arroz y las frutas de su tributo eran pábulo suficiente para su cuerpo, consagrado a la única tarea de dormir y soñar. SOLO QUEDA PENSAR QUE LO QUE SOMOS DETERMINA LO QUE FUIMOS, Y QUE CADA HOMBRE QUE ESCRIBE SALE DE SI Y QUIERE SER BORGES.

DEMAS ESTA DECIR QUE ESE NO ES MI CASO.

 

                                                                                                  Penny Lane.

 

miércoles, 24 de abril de 2013

EL QUIJOTE DIJO


El Quijote dijo: la libertad puede significar dos cosas, y solamente dos cosas, una puede susurrar a mi oído y decir que lo único inestable en este mundo es el delicado universo que contengo día a día entre tímpano y tímpano. (Es que el Quijote puede hablar de mí como de un monstruo pero yo sé su secreto y sé que no es más que un fantasma roto). La otra  es que el mundo se recuesta tras las puertas y ahí es donde pertenecen los soles y las colmenas, y la estéril y endiosada melodía que suena cuando los árboles están vacíos.
 Tras una puerta de roble, el mundo se contagia y se sienta a esperar mi salida, escupe borbotones de tinta y tinta sobre mis huesos partidos que en el escape de mi cabeza tropezaron con un león.
Tras una puerta de pino, el mundo cierra sus ojos, me ignora, pasa al lado mío y finge que soy algún otro frío planeta que justo cruzó por su órbita, una órbita tan venenosa como infantil y tediosa.
Tras una puerta oro, hay un triste y pobre hombre que no tiene el valor suficiente para mover su melancólica anatomía. El hombre mira con ojos desgollados, recuesta su desesperante mirada en el mundo y él le dice: "EL DIABLO TIENE NOMBRE ESPAÑOL, ES EL DON QUIJOTE EL ASESINO DE MI SANGRE Y VERDUGO DE MI MENTE, SOBRÍO IMITADOR DE LA CORDURA, UN HOMBRE ROTO QUE JUEGA CON LAS MENTES DE MI FUTURO Y CONDENA A LA SOMBRA A LOS TAMIZADORES, A LOS CRUCIFICADOS, A AQUELLOS QUE EL SOL LES DIO MUY DE FRENTE, LOS QUE ENTRECERRARON LOS OJOS, A LOS QUE ENJAULARON ANIMALES EXÓTICO, VÍBORAS, COBRAS, SERPIENTES, Y QUE TODO ESE SERPENTÁRIO SE LES FUE A LOS OJOS Y NO PUEDEN EVITAR DE VEZ EN CUANDO SORPRENDERSE AL VER QUE SU REFLEJO LLORA ENCERRADO EN UN ESPEJO, A LOS INMOLADOS QUE EN SUS TIBIOS CUERPOS SUPIERON GUARDAR EL VINO INOCENTE, PALABRAS PURAS QUE NUNCA LLEGARON Y QUE ESPERAN, MEDALLAS DE PLÁSTICO, FANTASMAS, A LOS AFILIADOS AL PARTIDO COMUNISTA, A DULCES HOMBRES AHORCADOS POR HEREJIA, A LOS MALDITOS, LOS LOCOS, Y LAS PUTAS, Y A MI ALMA, Y A ARTAUD, A LOS SOÑADORES QUE VIERON MÁS DE LO QUE DEBIAN, ¿PERO DE QUÉ VALE AHORA INTENTAR ABRAZAR ESOS FANTASMAS, QUIJOTE? LLEGASTE TARDE, VOS Y TU MISERICORDIA LLEGARON TARDE, EL SUEÑO, EL FRÍO, EL AMOR YA NO ES EL MISMO, TU MOROSA PIEDAD CREE PODER SANARNOS PERO NO ES ASÍ. QUIJOTE TU MUERTE ES PATÉTICA, TU MUERTE DE HAMBRE ES PATÉTICA, TUS SUICIDADOS, Y TUS ENFERMOS, Y TUS AMIGOS SON TODOS PATÉTICOS. TU MUERTE, QUIJOTE, NO CONSAGRA A NADIE, NO INMACULA A NADIE, EL DIABLO JUEGA CON MI NOMBRE Y HACE ANAGRÁMAS HORRIBLES. ESCRIBO CON EL VINO EN LAS MANOS, EN LA CARA, EN LA ALFOMBRA -¿POR QUÉ EL VINO SE CAE DE LAS FORMAS MÁS RARAS?-, Y  EN LOS DEDOS, EL VINO DE TU MUERTE ES PATÉTICO, SOY PATÉTICO Y ERES PATÉTICO. TU MUERTE ES VACÚA COMO TAMBIÉN TÚ LO ERES, PERRO.”
 La puerta se cerró.  El hombre enfermo y patético en el suelo empezó a gritar un grito, uno y solamente uno, que surgió desde su cristalino tórax hacía donde todos estábamos mirando: “DON QUIJOTE DE LA MANCHA, QUIJOTE DE LAS ARMAS , QUIJOTE DE LAS LETRAS, TORTURADOR DE TORTURADORES, ASESINO DE ANGUSTIAS Y DE SANCHO PANZA, DIABLO ENTRE LOS DIABLOS Y LOBO ENTRE EL REBAÑO, SOMBRA EN LAS ALMAS DE LOS HOMBRES, LOCURA QUE SE ENRARECE EN EL INÚTIL CRANEO DEL DESIERTO, TU TIEMPO TAMBIÉN ES PATÉTICO, PORQUE EL TIEMPO PUEDE VIOLAR NUESTROS CORAZONES.  PORQUE DE TODO LO HABIDO Y POR HABER FUISTE HOMBRE ENTRE HOMBRES Y LOCO.