Hace un tiempo que lo observo y aún no lo descifro, lo chequeo y trato de seguirlo, pero mi sombra sobrepasa cualquier cosa, y es demasiado notoria; siempre que lo intento él lo nota.
No me rindo y trato de espiarlo, persuado y manipulo a todo el mundo para que me vendan una pequeña porción de información, tal vez un mísero dato acerca de este misterioso hombre.
En las tardes grises y oscuras, donde cualquiera siente un vacío interno, eran horas doradas para este sujeto. Casi siempre merodeaba acompañado de una bolsa, que salía vacía y volvía llena.
Logre llegar a su residencia, el hombre no se encontraba allí. Insisto en entrar. Logro treparme por una pared que daba a un zaguán largo. Consigo pasar. En mi camino por ese tétrico zaguán que desembocaba en una oscura puerta, sentía una sensación de malestar y miedo; mi cabeza daba vueltas y sentía que alguien me pegaba en las rodillas. Mis tobillos parecían hundirse en el duro y firme suelo, mientras que mis manos parecían pesar como dos bolsas de piedras.
Mi cuerpo no soporto y caí al piso sin poder hacer nada. En mi agonía trataba de levantarme, pero no me era posible; tuve la sensación de que algo me mantenía pegado al piso, de una manera atrayente y difícil de deshacer.
No resistí la presión y mis ojos expulsaron lágrimas sin cesar, hasta que sentí un vacío que me devoraba por dentro. Estaba consumiéndome, y en ese preciso instante note que ya no estaba allí, ya no pertenecía a lo que sea que tuviera que pertenecer; mi cabeza volteo la mirada con lo las últimas fuerzas vivas en mí y lo vi. Lo más perturbador que había percibido. Mi última imagen fue eterna, inolvidable y horrorosa, pero esas gotas y manchas rojas en sus manos, que salpicaban el pavimento, fueron las que tiempo después encontraron en mí.
Penny Lane
No hay comentarios:
Publicar un comentario