domingo, 14 de julio de 2013

El Quijote del olvido.

Hay algo totalmente extraño en todo esto. Estoy muy acostumbrada a que mis libros desaparezcan, como también lo estoy al hecho de que las páginas estén dobladas sin razón alguna o quizás manchadas de una sustancia amarilla que aún no logro descifrar que es. Pero eso sí, no estoy demasiado acostumbrada a que páginas de libros queden en blanco. Así es, en blanco. El suceso extraño comenzó el viernes. Siempre suelo revisar mis libros viejos, a veces hasta encuentro cosas muy interesantes en ellos, aunque ese día supero por completo mis expectativas. Esta vez el afortunado fue Cervantes con su extenso Don Quijote. Recuerdo haber leído el libro unas cuatro veces y jamás, en el recorrido por las amarillentas páginas, había notado semejante detalle. La cuestión era que la página quinientos cuarenta estaba totalmente en blanco, lo que en primera medida me resulto extraño ya que la mayoría de las páginas suelen estar amarillentas y si unas cuantas palabras deciden esfumarse lo más sensato es que la hoja mantenga el color de las demás por más que no contenga un texto. Obviando ese detalle, intente concentrarme en buscar una explicación lógica para entender porque mi libro, mi amienemigo libro, mi viejo y gastado (y amarillento, y usado, y escrito y tediosamente extenso) Quijote contenía una hoja en blanco. Volví a tomar el libro, haciendo fluir sus viejas páginas entre mis dedos y note, muy alteradamente, que la página quinientos cuarenta y uno también se hallaba relucientemente blanca y carente de texto. Cerré el libro con fuerza, suspire profundamente y volví a abrirlo con rapidez en la página quinientos cuarenta y tres para comprobar que esta también estaba en blanco. Sentí un agudo dolor en el pecho que me dificultaba respirar, mientras mi mente divagaba y me sentía caer. Caía, desesperadamente caía y no podía hacer nada por evitarlo. Pero no era así. Allí estaba, parada viendo como el libro caía con sutileza de mis manos, pero sentía que era yo la que estaba desplomándome, hasta sentir el duro golpe contra el suelo que impacto en mis sienes. Volví en sí. Me sentía yo misma. Tome el libro con fervor y comencé a arrancar sus páginas, entonces me di cuenta de que todas estaban en blanco, pero no me importo y continué en la tarea de asesinar al Quijote. Luego de consumar mi apasionada destrucción, queme la evidencia y la enterré en mi jardín. Ese día, a pesar de todo, me sentí perfectamente feliz. No sentí demasiados remordimientos por lo que hice, y recordé… But I really didn’t mind because I knew that it takes getting everything you ever wanted and then losing it to know what true freedom is. When the people I used to know found out what I had been doing, how I had been living- they asked me why. But there’s no use in talking to people who have a home, they have no idea what its like to seek safety in other people, for home to be wherever you lied you head. I was always an unusual girl, my mother told me that I had a chameleon soul. No moral compass pointing me due north, no fixed personality. Just an inner indecisiveness that was as wide as wavering as the ocean. And if I said that I did’t plan for it to turn out this way I’d be lying- because I was born to be the other woman. I belonged to no one- who belonged to everyone, who had nothing- who wanted everything with a fire for every experience and an obsession for freedom that terrified me to the point that I couldn’t even talk about- and pushed me to a nomadic point of madness that both dazzles and dizzied me.
En ese momento pensé en que mi pasión se hallaba perdida en mis arrabales olvidados, cubiertos de dolor y de algo llamado “el in-olvido” que no me deja ser inmortal y mucho menos me permite esconderme en SU memoria para que me recuerde.


                                                                                                            Créme de l'air

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