jueves, 25 de abril de 2013

Las ventajas de ser yo.


Esto suele ocurrir a veces. La pregunta que se hace el lector es ¿Qué suele ocurrir a veces? Supongo que el narrador puede responder a eso, el otro asunto es ¿Dónde está el narrador? Y es en estos instantes en que David Bowie viene a mi cabeza, aunque desconozco la razón. Ya todos sabemos eso, pero pretendemos no saberlo ¿Por qué tiene que haber una lógica para escribir? Cortázar decía que un hombre vomitaba un conejo, yo le creo y creo que Eleanor Rigby también le cree. La cuestión aquí es que todos nos vemos perseguidos por nuestras soledades, y finalmente buscamos un consuelo intersecó ¿Por qué no creamos un género literario? Ideas hay por doquier, el asunto es que todo esto no se relaciona en nada con “Lo que suele ocurrir a veces” y en estos instantes de desvarió cuando el lector opta por pensar que lo que lee es una estólida narración carente de lógica, es cuando yo digo ¡SUM MUS! Igual que ese poeta platense, yo prefiero a los muertos que vienen a darte la bienvenida, los vivos siempre se despiden. Frustración. Y un dulce recitativo me acompaña. En este momento mi mente procesa recuerdos, y pienso que debí coleccionar esas lágrimas alguna vez, quizás lo haga, pero alguien ya lo hizo, y Poe dijo que no confiemos en los gatos negros, o mejor aún en nosotros mismos si tenemos gatos negros; aunque en realidad no sé si quiso decir eso.

“In girum imus nocte et consumimur igni”.

Pido disculpas por la frase de arriba, es difícil controlar todo el panorama. Carlos Aprea no estudio Letras, pero quería tanto estudiar que me miro feo cuando le dije que quería estudiar Letras, abrazos a él, es un gran poeta aunque él no se quiera llamarse poeta.Un caballo vive promedio alrededor de treinta años. Aun no sé nada del paradero del autor, quizás no ha podido soltar esas sogas que rodean su cuerpo. No estoy confesando nada. Consumimur igni. Yo entiendo que a veces no puedo controlar esto, pero me esfuerzo, enserio. No vomito conejos, ni confundo a molinos con gigantes, no tengo una ruina circular, ni recuerdo como seguir escribiendo lo que sigue. Pero lo que si me acuerdo es un poema que ella me robo, y ella ya no existe. Si mal no recuerdo decía así:

El viento soplaba puella feliz, mientras la luz reflejaba la soledad alegre del viento rojo asomado al molinete rojoamarilloblanco de tu lupa esperanza.

En realidad creo que no era así el poema, pero a ustedes no les molesta porque aún leen esperando encontrar algo más inusual, y quizás aún lean porque quieren saber si el autor llegara en algún momento. Ahora que recuerdo ese nudo en sus manos no estaba lo suficientemente apretado, por lo que deduzco que lograra soltarse, y a juzgar por el ruido proveniente del comedor creo que ya lo hizo. Allí viene. Me siento como en “Casa Tomada”. Ustedes acuérdense de esto. El autor va a borrar todo esto. Yo me pregunto… cuando se borra un texto, una foto ¿A dónde va a parar? Porque yo quiero ir a ese lugar donde van las cosas borradas, así podré peinar la soledad con más carisma (¿podré?) Sí. Entonces ¿Por qué los griegos? Yo sé porque, pero no viene al caso supongo. Chano decía que la felicidad era como la luna, muchas veces no nos detenemos a buscar a la luna en el cielo, otras veces las buscamos y no la hallamos, hasta que un día se nos planta un ojo al cielo y ahí está, redonda y llena de misterios.                                                                                                                                                              Antes de irme voy a efectuar un soliloquio; claro que ustedes no podrán verlo, ni escucharlo porque son lectores, pero me gustaría que piensen que realmente lo hice, porque juro que lo haré. Punto final, el autor logro soltarse definitivamente creo. Está más cerca, igual es medio ciego así que me da tiempo de esconderme. Ya no estoy aquí.

“Las ruinas circulares” por Jorge Luis Borges.

El propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural. Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. Ese proyecto mágico había agotado el espacio entero de su alma; si alguien le hubiera preguntado su propio nombre o cualquier rasgo de su vida anterior, no habría acertado a responder. Le convenía el templo inhabitado y despedazado, porque era un mínimo de mundo visible; la cercanía de los leñadores también, porque éstos se encargaban de subvenir a sus necesidades frugales. El arroz y las frutas de su tributo eran pábulo suficiente para su cuerpo, consagrado a la única tarea de dormir y soñar. SOLO QUEDA PENSAR QUE LO QUE SOMOS DETERMINA LO QUE FUIMOS, Y QUE CADA HOMBRE QUE ESCRIBE SALE DE SI Y QUIERE SER BORGES.

DEMAS ESTA DECIR QUE ESE NO ES MI CASO.

 

                                                                                                  Penny Lane.

 

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