no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.
Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.
Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.
Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.
El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban.
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Y sí, de que pensabas que te hablaba? De la elegante mujer que atonta al mundo con su porte, con su voz ronca de miles de años, de hombres vencidos, de muertos en la gloria, de herejes y diablos, de casas en la arena y sangre en el trigo. Sí, dale, tratame de hereje. No puedo decirte que no lo merezco. Acepto mi cruz, el pecado es mio y de nadie más. Pero querés saber por qué la odio? Porque nunca voy a poder ser ella. Porque no puedo ni acercarme 2 pasos, que la muy puta huye de mi. Porque no me quiere, ni me deja quererla. Por más que estire y recontra estire mis brazos humanos ella es más alta, más etérea, más Borges y sus laberintos. Y yo me pregunto: para qué tanto? Por qué no puede ser baja, mundana como todos nosotros? Por qué, siendo ella hija nuestra, no puede ni siquiera un poquito bajarse del pedestal blanco que la erige por sobre todo el resto? Ella, la inmaculada. No te diste cuenta? Me río de vos, atrio blanco. Me río de todo lo que sos, me río porque sos cosa de pocos. Qué pasa si alguna vez yo, pobre mortal, te bajo y te obligo a tomar unos mates con la vecina de la esquina? Porque puedo hacerlo. Porque todos podemos hacerlo. Tenenos miedo vos, poesía vieja, poesía blanca, inmaculada en tu altar de laureles. Porque un día te vamos a bajar, te vamos a sacar los zapatos, te vas a ensuciar de barro y sol, de tiempo y sal, y te juro, yo te juro, te va a gustar.
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