Robert Desnos.
He visto las caricias del fuego en la quietud
de la mar
me han puesto
tantas ventanas que mi ojo adoptó la forma de un salmón,
tantas que ahora
son una pared.
Te quiero para que me arranques enfurecida los
pelos como espinas
y con ellos te
hagas una bufanda de perfume o una cuerda al sol.
Te quiero para que cubras mis ojos asalmonados,
que convulciones sobre la laguna como una jauría hasta que encunentres amparo,
para que te abras
como un paraguas hirviente
para que derrames mi sangre en opacos cigarrillos de noche
y que de humo construyas telarañas
que simulen ser un pájaro,
un alquitranado montón de huesos empapado en vino
que hace enviudar a las huérfanas.
Te quiero para volver a tus infinitesimales manos
que solo saben hacer el amor o la guerra,
para que entierres a la Belle Époque,
y te lleves al cuello a la generación Beat,
que te ahoga, te agota de versos.
...
La noche me la devuelve entre caprichosos
recuerdos
y en carcajadas
muere un diablo blanco que dice:
"con adioses
no se calma la marea".
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