Me arrojo a vos,
torbellino
inexistente
bruma del equilibrio
en alturas inasibles.
Tornados entrópicos,
estrellas fugaces
fluorescentes
nieblan mi mente.
Entrego de mí
la oquedad,
mi entelequia
existencial.
Me regalo a la
quietud,
donde se quiebran los
engranajes,
las mascaras se
alienan
se hunde la angustia
las ataduras se
derriten
se desintegra el
amor.
Atravieso la
naturaleza del ser,
donde florece la
irrealidad,
razonable absurdo
de la vida.
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