domingo, 20 de abril de 2014

Correspondencia

CORRESPONDENCIA
Otro tedioso día de escuela: con fiaca todo tiempo y las descalificaciones… ¡Descalificaciones, JÁ! ¡Que linda palabra le pusieron esos giles a “no te estás integrando a la norma”, forros portadores de la careta capitalista! ¡Calificar pibes! ¡Clasificar seres humanos según su grado de obediencia e inteligencia sometida! ¡¿De qué se la dan?! ¡Lindo trabajo tienen! Lo único copado es caminar hasta casa escuchando heavy. Esas guitarras rabiosas, los bajos oscuros y los mismos tambores del infierno como base me complacen. Encontrar tanta belleza en aquello que llaman ruidoso, grosero y anti-norma me hace volar, me transporta a mi mundo inconsciente. Te permite observar y sentir los griteríos de las calles deterioradas por la abundancia y el sometimiento desde una perspectiva de arte puro. Un porro en el camino tampoco viene mal, ¿o no?

Camino lento, observando tranqui las plantas del parque. Troncos pálidos de entes que se elevan como cuellos de jirafas*. Una tapa de hojas marmoladas que se unen en su ataque al sol me observa elevada. Una enredadera que forma un muro espeso: una especie de hierbajos que se abrazan en un túnel de bucles oscuros, cuyo fondo impenetrable no permite ver más allá de las sombras púrpuras, reflejos de la negrura. Agujeros hilados que giran adoptando formas. Los pastos cenicientos convergen en un abismo que se hunde, forman contornos. Algo parece atravesar ese infinito: dos puntos mármoles se acercan desde el fondo de lo inasible a toda velocidad, lentamente inalcanzables. Ambos brillos descubren a su paso, los bordes de la nada. La luz me atrapa, llena de paz mis entrañas, me presenta al ingenio. Contemplo la existencia utópica. 

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