CORRESPONDENCIA
Otro tedioso día de escuela: con fiaca todo tiempo y las
descalificaciones… ¡Descalificaciones, JÁ! ¡Que linda palabra le pusieron esos
giles a “no te estás integrando a la norma”, forros portadores de la careta
capitalista! ¡Calificar pibes! ¡Clasificar seres humanos según su grado de obediencia
e inteligencia sometida! ¡¿De qué se la dan?! ¡Lindo trabajo tienen! Lo único
copado es caminar hasta casa escuchando heavy. Esas guitarras rabiosas, los
bajos oscuros y los mismos tambores del infierno como base me complacen.
Encontrar tanta belleza en aquello que llaman ruidoso, grosero y anti-norma me
hace volar, me transporta a mi mundo inconsciente. Te permite observar y sentir
los griteríos de las calles deterioradas por la abundancia y el sometimiento
desde una perspectiva de arte puro. Un porro en el camino tampoco viene mal, ¿o
no?
Camino lento, observando tranqui las plantas del parque.
Troncos pálidos de entes que se elevan como cuellos de jirafas*. Una tapa de
hojas marmoladas que se unen en su ataque al sol me observa elevada. Una
enredadera que forma un muro espeso: una especie de hierbajos que se abrazan en
un túnel de bucles oscuros, cuyo fondo impenetrable no permite ver más allá de
las sombras púrpuras, reflejos de la negrura. Agujeros hilados que giran
adoptando formas. Los pastos cenicientos convergen en un abismo que se hunde,
forman contornos. Algo parece atravesar ese infinito: dos puntos mármoles se
acercan desde el fondo de lo inasible a toda velocidad, lentamente
inalcanzables. Ambos brillos descubren a su paso, los bordes de la nada. La luz
me atrapa, llena de paz mis entrañas, me presenta al ingenio. Contemplo la
existencia utópica.
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