En Uruguay.
Por un decir trasatlántico de todos los días, los trenes ya no pasan más por mí barrio. Antes, era cuestión de volver del club, poner la pava, sacarse los zapatos y estirar los dedos, para escuchar su deleitante sonido, algo carnoso y vivaz. <A Reneé no le gusta cuando uso la palabra "carnoso", dice que remite a lo sexual, yo no estoy del todo de acuerdo> El agua siempre se hervía ¿si no qué sentido tendrían los esfuerzos humanos? así, dos o tres veces. Tenía garrafa, teníamos, y siempre se terminaba un domingo ¿sería obra de dios? Un día me lo encontré a dios en la cola del supermercado, y se lo pregunté < a Reneé no le gustó que hiciera eso, siempre le irritaban esas cosas>
Yo: che ¿hay forma de que la rutina no nos arruine? ¿de qué la garrafa no se termine los domingos? me refiero a si existe alguna manera de sobrevivir a este vaivén de porquería que convierte viejo todo lo que conocemos, haciéndonos perder la fe en que alguna de las mierdas que siempre hacemos van a durar aunque sea hasta que el corazón deje de hacerlo, contame ¿existe eso?
Dios: No en esta vida.
Yo: siempre lo sospeche.
Y feliz con la respuesta me iba, ya la conocía. De paso hacía que Reneé se enojará, y cuando se enojaba le salía bien el mate, no sé por qué será eso, pero siempre pensé que los animales ponen más carisma en imitar a los humanos <y en hacer bien el mate>. Ellos, sí que saben imitarnos bien. Y así siempre, la vida, siempre así. Un poquito de tango los martes, contrastando con la llegada del tren, logrando una fusión de sonidos que me extasiaba. Esos martes eran oníricos, porque venía Shossane, y tomábamos whisky del caro, Reneé no quería a Shossane, decía que no imitaba bien a la especie ¿qué sabría ella de mi especie? Shossane lo hacía mejor que ella. Hacía todo. Primero empezaba con las tuercas de lanilla, después el árbol sinestesico, para llegar finalmente al prix du fontúa, de la manera más subversiva posible <Reneé nunca llegaba al prix, no enseñan esas cosas de donde ella viene> En aquellos días, vivía mi presente no tan mal. Evocaba mucho al futuro. Los jueves eran los días santos, venían Pedro y José a fumar un puro mientras hacíamos casas de barro y abono, la mía siempre era la mejor. Y cuando daban las doce de la noche nos subíamos al techo a contar las estrellas y eran 332, ni más ni menos que esas. Siempre era así. Un día, Pedro se cayó del techo y se rompió el cuello, creo que murió, por lo general las mujeres como ella <con un cuello tan delgado> no suelen soportar una caída tan dura. Ya poco me acuerdo de esos días, siempre bebía demasiado. Me encerraba a hacer casitas de barro en el baño, y no salía como por tres o cuatro meses. Usaba la mente como una herramienta para no tener hambre, sed, sueño o frío. Servía, en ese entonces.
Ahora, ya no sirve tanto. No puedo concentrarme. No puedo leer, ni escribir pianos, ni tocar cuentos. Tampoco puedo hacer hoteles de barro, piscinas de barro, hospitales de barro. Todo es inútil. Creo que es cosa de Reneé, ella es muy negativa. Todavía vive, no sé en qué parte de la casa, pero la escucho a veces, suena muy café con leche. Los trenes tienen mucho aspecto a Borges <SIEMPRE ME DICE DIOS> para mí tienen aspecto a carne, son carnosos. Hice un tren de barro. Desde hace una hora empezó a desangrarse por abajo, la mitad del baño está cubierto con sangre, ya no tengo donde sentarme. Hay trescientos.treinta.dos centímetros cúbicos de sangre en el cielo, y 332 estrellas en el suelo. Ya no controlo ni el hambre ni el frío. Me da pena el piso, estaba nuevo. Me hecho a reir sin boca, como me dijo Dios, hoy, en la bañera. Y después pasa el tren.
Créme de l'air.
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