martes, 28 de mayo de 2013

Elegía Capitalista a Ray Manzarek..

"dada la brutalidad de las masas, lo masivo fraterniza."

Hoy pasado el mediodía,
en la clínica Romed en Roseheim,
Alemania,
murió el tecladista y fundador de The Doors.
La noticia la dio a conocer la agrupación a través de su página oficial de Facebook.
El músico Ray Manzarek, de 74 años,
padecía hace tiempo de un cáncer hepático y estaba internado en la clínica,
donde luchaba contra la enfermedad,
Ray, en el momento de su muerte, estaba acompañado por su esposa Dorothy y sus hermanos
Rick y James.
Recordado por haber sido quien formó The Doors;
Manzarek fue quien le sugirió a Jim Morrison en un encuentro en Venice Beach,
Los Ángeles, armar la banda en 1965.
Más tarde se convirtieron en uno de los grupos de rock más polémicos de la década del 60.
The Doors vendió más de 100 millones de álbumes en todo el mundo,
y obtuvo 19 discos de oro,
14 de platino y cinco multi-platino en los EE.UU. solamente.
"L.A. Woman", "Break On Through (to the Other Side)",
"The End", "Hello, I Love You", y "Light My Fire"
son algunas de las canciones que hicieron historia.
Después de la muerte de Morrison en 1971,
Manzarek se convirtió en un autor de éxito y un artista nominado al Grammy por derecho
propio.
En 2002, revitalizó su carrera con una gira junto al guitarrista Robby Krieger.

domingo, 26 de mayo de 2013

El boulevard de los sueños (casi)rotos.


¿Qué fue de las tiendas de videos cuando se inventó el DVD?
Cuando tenía seis o siete años cada sábado íbamos al videoclub del boulevard de los sueños (casi)rotos que atraviesa la 44. Es uno de los mejores recuerdos de mi niñez. Ahora que lo pienso creo que tenía siete años, pero la edad esta borrosa, igual que todo lo demás. Extraño esos tiempos, donde existían las películas en video, donde todo estaba bien y nadie reemplazaba a nadie por nada. Aquellos tiempos donde éramos cuatro en el auto, cuatro en la mesa, cuatro en todos lados, cuatro frente al televisor mirando una película en video ¿Por qué lo bueno se va tan rápido? Incluso mucho antes de que nos demos cuenta de lo bueno que era. No sé si en ese momento me daba cuenta de lo afortunada que era por tener un video, por ir a una tienda de video, porque seamos cuatro en el auto. Todo era hermoso, hasta que llego el DVD, y se llevó todo. Con su modernidad, con su juventud, con su atractivo se llevó todo lo (casi)perfecto en mi familia y desplazo a viejo video. Ahora de repente todos piensan en el nuevo DVD y nadie se acuerda que el video esta solo en casa, que el video se esfuerza a cada hora para que lo notemos, que trabaja doce horas al día, que no deja de sangrar, que en algún momento fue feliz.
Si me saco los auriculares siguen discutiendo.
A veces pienso que es mi culpa, no sé porque. La noche se hace día y yo vuelvo a ese viejo video club y me acuerdo de lo dichosa que era. Ahora todos cierran las puertas con fuerza, todos gritan y discuten, todos hacen valijas, todos se van, todos lloran, sufren, se mueren, te mienten, te cambian por un nuevo DVD. Me gustaría que no hubiera pasado eso.
Ojala dejaran de discutir de una vez.
El tiempo cansa y esperamos igual. Yo espero encontrar una tienda que todavía venda videos, o los alquile aunque sea. Alguien en el mundo nunca te va a dejar, supongo que ese alguien es mi video. Está un poco viejo, polvoriento, cansado, exhausto, y sin embargo esta. Con sus cuarenta y cinco años todavía esta. Quisiera que ese DVD jamás se hubiera inventado. Yo lo uso como todos, pero duele. Ese DVD rompió todo, o quizás no, tal vez toda su vida estuvo roto y yo no lo sabía.
Ya dejaron de discutir.
Te extraño video club, tanto que ni yo logro entender ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué tuviste que irte y lastimar a todos? ¿Por qué no luchaste un poco más por quedarte? ¿Por qué me lastimaste así yéndote? Yéndote sin saber que con vos te llevabas todo.
Silencio total, y el video llora, sangra, sufre.
Hace poco pase por el olvidado video club, y vi las letras viejas y oxidadas del letrero, y me puse a pensar en todas las veces que nuestro auto se estaciono por esa vereda, cuantas veces entramos por esa puerta, cuantas veces salude a la dueña mientras iba a alquilar la misma película de todos los sábados, cuando todavía éramos cuatro y el video era feliz, y no lloraba y no sufría y no estaba roto. Y al volver a ese lugar y ver ese letrero, viejo y roto, pensé en las personas que trabajan ahí antes y en lo felices que nos hacían, pensé en lo feliz que era cuando papá me decía -¿vamos al video club?- y todos íbamos, y todos sonreíamos y nos sentíamos felices, y éramos cuatro. Entonces comprendí que eso no iba a volver porque ahora está el DVD, y me di cuenta que ese letrero era un sueño roto.


                                                                                                                             Créme de l'air

sábado, 18 de mayo de 2013

La Inmaculada.

La odio. La detesto con todo mi ser. Qué querés que te diga, no lo puedo evitar. El odio me sale de lo más profundo de las entrañas, patrañas, y me hace hervir la sangre. Yo no se porqué tan así, pero así mismo es. Exclusiva. Malvada, toda ella. Tan perra y gata, tan mosca y araña a la vez. Y lo peooorrr (con muchas erres y muchas o) peor de todo, tan genial. Tan musa, tan TAN.
no te salves ahora 
ni nunca 
no te salves 
no te llenes de calma 
no reserves del mundo                                  
sólo un rincón tranquilo 

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada 
reina, torre directa y peón ladino 
sobre lo negro y blanco del camino 
buscan y libran su batalla armada. 

No saben que la mano señalada 
del jugador gobierna su destino, 
no saben que un rigor adamantino 
sujeta su albedrío y su jornada. 

¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme! 



Para que tú me oigas 

mis palabras 
se adelgazan a veces 
como las huellas de las gaviotas en las playas. 

Collar, cascabel ebrio 
para tus manos suaves como las uvas. 

Y las miro lejanas mis palabras. 
Más que mías son tuyas. 
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras. 

Ellas trepan así por las paredes húmedas. 
Eres tú la culpable de este juego sangriento. 

Ellas están huyendo de mi guarida oscura. 
Todo lo llenas tú, todo lo llenas. 

Antes que tú poblaron la soledad que ocupas, 
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza. 

Ahora quiero que digan lo que quiero decirte 
para que tú las oigas como quiero que me oigas. 

El viento de la angustia aún las suele arrastrar. 
Huracanes de sueños aún a veces las tumban. 

Escuchas otras voces en mi voz dolorida.

Y sí, de que pensabas que te hablaba? De la elegante mujer que atonta al mundo con su porte, con su voz ronca de miles de años, de hombres vencidos, de muertos en la gloria, de herejes y diablos, de casas en la arena y sangre en el trigo. Sí, dale, tratame de hereje. No puedo decirte que no lo merezco. Acepto mi cruz, el pecado es mio y de nadie más. Pero querés saber por qué la odio? Porque nunca voy a poder ser ella. Porque no puedo ni acercarme 2 pasos, que la muy puta huye de mi. Porque no me quiere, ni me deja quererla. Por más que estire y recontra estire mis brazos humanos ella es más alta, más etérea, más Borges y sus laberintos. Y yo me pregunto: para qué tanto? Por qué no puede ser baja, mundana como todos nosotros? Por qué, siendo ella hija nuestra, no puede ni siquiera un poquito bajarse del pedestal blanco que la erige por sobre todo el resto? Ella, la inmaculada. No te diste cuenta? Me río de vos, atrio blanco. Me río de todo lo que sos, me río porque sos cosa de pocos. Qué pasa si alguna vez yo, pobre mortal, te bajo y te obligo a tomar unos mates con la vecina de la esquina? Porque puedo hacerlo. Porque todos podemos hacerlo. Tenenos miedo vos, poesía vieja, poesía blanca, inmaculada en tu altar de laureles. Porque un día te vamos a bajar, te vamos a sacar los zapatos, te vas a ensuciar de barro y sol, de tiempo y sal, y te juro, yo te juro, te va a gustar.

viernes, 17 de mayo de 2013

viernes, 10 de mayo de 2013

"No se culpe a nadie" (Final del juego, 1956), de Julio Cortázar

El frío complica siempre las cosas, en verano se está tan cerca del mundo, tan piel contra piel, pero ahora a las seis y media su mujer lo espera en una tienda para elegir un regalo de casamiento, ya es tarde y se da cuenta de que hace fresco, hay que ponerse el pulóver azul, cualquier cosa que vaya bien con el traje gris, el otoño es un ponerse y sacarse pulóveres, irse encerrando, alejando. Sin ganas silba un tango mientras se aparta de la ventana abierta, busca el pulóver en el armario y empieza a ponérselo delante del espejo. No es fácil, a lo mejor por culpa de la camisa que se adhiere a la lana del pulóver, pero le cuesta hacer pasar el brazo, poco a poco va avanzando la mano hasta que al fin asoma un dedo fuera del puño de lana azul, pero a la luz del atardecer el dedo tiene un aire como de arrugado y metido para adentro, con una uña negra terminada en punta. De un tirón se arranca la manga del pulóver y se mira la mano como si no fuese suya, pero ahora que está fuera del pulóver se ve que es su mano de siempre y él la deja caer al extremo del brazo flojo y se le ocurre que lo mejor será meter el otro brazo en la otra manga a ver si así resulta más sencillo. Parecería que no lo es porque apenas la lana del pulóver se ha pegado otra vez a la tela de la camisa, la falta de costumbre de empezar por la otra manga dificulta todavía más la operación, y aunque se ha puesto a silbar de nuevo para distraerse siente que la mano avanza apenas y que sin alguna maniobra complementaria no conseguirá hacerla llegar nunca a la salida. Mejor todo al mismo tiempo, agachar la cabeza para calzarla a la altura del cuello del pulóver a la vez que mete el brazo libre en la otra manga enderezándola y tirando simultáneamente con los dos brazos y el cuello. En la repentina penumbra azul que lo envuelve parece absurdo seguir silbando, empieza a sentir como un calor en la cara aunque parte de la cabeza ya debería estar afuera, pero la frente y toda la cara siguen cubiertas y las manos andan apenas por la mitad de las mangas, por más que tira nada sale afuera y ahora se le ocurre pensar que a lo mejor se ha equivocado en esa especie de cólera irónica con que reanudó la tarea, y que ha hecho la tontería de meter la cabeza en una de las mangas y una mano en el cuello del pulóver. Si fuese así su mano tendría que salir fácilmente, pero aunque tira con todas sus fuerzas no logra hacer avanzar ninguna de las dos manos aunque en cambio parecería que la cabeza está a punto de abrirse paso porque la lana azul le aprieta ahora con una fuerza casi irritante la nariz y la boca, lo sofoca más de lo que hubiera podido imaginarse, obligándolo a respirar profundamente mientras la lana se va humedeciendo contra la boca, probablemente desteñirá y le manchará la cara de azul. Por suerte en ese mismo momento su mano derecha asoma al aire, al frío de afuera, por lo menos ya hay una afuera aunque la otra siga apresada en la manga, quizá era cierto que su mano derecha estaba metida en el cuello del pulóver, por eso lo que él creía el cuello le está apretando de esa manera la cara, sofocándolo cada vez más, y en cambio la mano ha podido salir fácilmente. De todos modos y para estar seguro lo único que puede hacer es seguir abriéndose paso, respirando a fondo y dejando escapar el aire poco a poco, aunque sea absurdo porque nada le impide respirar perfectamente salvo que el aire que traga está mezclado con pelusas de lana del cuello o de la manga del pulóver, y además hay el gusto del pulóver, ese gusto azul de la lana que le debe estar manchando la cara ahora que la humedad del aliento se mezcla cada vez más con la lana, y aunque no puede verlo porque si abre los ojos las pestañas tropiezan dolorosamente con la lana, está seguro de que el azul le va envolviendo la boca mojada, los agujeros de la nariz, le gana las mejillas, y todo eso lo va llenando de ansiedad y quisiera terminar de ponerse de una vez el pulóver sin contar que debe ser tarde y su mujer estará impacientándose en la puerta de la tienda. Se dice que lo más sensato es concentrar la atención en su mano derecha, porque esa mano por fuera del pulóver está en contacto con el aire frío de la habitación, es como un anuncio de que ya falta poco y además puede ayudarlo, ir subiendo por la espalda hasta aferrar el borde inferior del pulóver con ese movimiento clásico que ayuda a ponerse cualquier pulóver tirando enérgicamente hacia abajo. Lo malo es que aunque la mano palpa la espalda buscando el borde de lana, parecería que el pulóver ha quedado completamente arrollado cerca del cuello y lo único que encuentra la mano es la camisa cada vez más arrugada y hasta salida en parte del pantalón, y de poco sirve traer la mano y querer tirar de la delantera del pulóver porque sobre el pecho no se siente más que la camisa, el pulóver debe haber pasado apenas por los hombros y estará ahí arrollado y tenso como si él tuviera los hombros demasiado anchos para ese pulóver, lo que en definitiva prueba que realmente se ha equivocado y ha metido una mano en el cuello y la otra en una manga, con lo cual la distancia que va del cuello a una de las mangas es exactamente la mitad de la que va de una manga a otra, y eso explica que él tenga la cabeza un poco ladeada a la izquierda, del lado donde la mano sigue prisionera en la manga, si es la manga, y que en cambio su mano derecha que ya está afuera se mueva con toda libertad en el aire aunque no consiga hacer bajar el pulóver que sigue como arrollado en lo alto de su cuerpo. Irónicamente se le ocurre que si hubiera una silla cerca podría descansar y respirar mejor hasta ponerse del todo el pulóver, pero ha perdido la orientación después de haber girado tantas veces con esa especie de gimnasia eufórica que inicia siempre la colocación de una prenda de ropa y que tiene algo de paso de baile disimulado, que nadie puede reprochar porque responde a una finalidad utilitaria y no a culpables tendencias coreográficas. En el fondo la verdadera solución sería sacarse el pulóver puesto que no ha podido ponérselo, y comprobar la entrada correcta de cada mano en las mangas y de la cabeza en el cuello, pero la mano derecha desordenadamente sigue yendo y viniendo como si ya fuera ridículo renunciar a esa altura de las cosas, y en algún momento hasta obedece y sube a la altura de la cabeza y tira hacia arriba sin que él comprenda a tiempo que el pulóver se le ha pegado en la cara con esa gomosidad húmeda del aliento mezclado con el azul de la lana, y cuando la mano tira hacia arriba es un dolor como si le desgarraran las orejas y quisieran arrancarle las pestañas. Entonces más despacio, entonces hay que utilizar la mano metida en la manga izquierda, si es la manga y no el cuello, y para eso con la mano derecha ayudar a la mano izquierda para que pueda avanzar por la manga o retroceder y zafarse, aunque es casi imposible coordinar los movimientos de las dos manos, como si la mano izquierda fuese una rata metida en una jaula y desde afuera otra rata quisiera ayudarla a escaparse, a menos que en vez de ayudarla la esté mordiendo porque de golpe le duele la mano prisionera y a la vez la otra mano se hinca con todas sus fuerzas en eso que debe ser su mano y que le duele, le duele a tal punto que renuncia a quitarse el pulóver, prefiere intentar un último esfuerzo para sacar la cabeza fuera del cuello y la rata izquierda fuera de la jaula y lo intenta luchando con todo el cuerpo, echándose hacia adelante y hacia atrás, girando en medio de la habitación, si es que está en el medio porque ahora alcanza a pensar que la ventana ha quedado abierta y que es peligroso seguir girando a ciegas, prefiere detenerse aunque su mano derecha siga yendo y viniendo sin ocuparse del pulóver, aunque su mano izquierda le duela cada vez más como si tuviera los dedos mordidos o quemados, y sin embargo esa mano le obedece, contrayendo poco a poco los dedos lacerados alcanza a aferrar a través de la manga el borde del pulóver arrollado en el hombro, tira hacia abajo casi sin fuerza, le duele demasiado y haría falta que la mano derecha ayudara en vez de trepar o bajar inútilmente por las piernas, en vez de pellizcarle el muslo como lo está haciendo, arañándolo y pellizcándolo a través de la ropa sin que pueda impedírselo porque toda su voluntad acaba en la mano izquierda, quizá ha caído de rodillas y se siente como colgado de la mano izquierda que tira una vez más del pulóver y de golpe es el frío en las cejas y en la frente, en los ojos, absurdamente no quiere abrir los ojos pero sabe que ha salido fuera, esa materia fría, esa delicia es el aire libre, y no quiere abrir los ojos y espera un segundo, dos segundos, se deja vivir en un tiempo frío y diferente, el tiempo de fuera del pulóver, está de rodillas y es hermoso estar así hasta que poco a poco agradecidamente entreabre los ojos libres de la baba azul de la lana de adentro, entreabre los ojos y ve las cinco uñas negras suspendidas apuntando a sus ojos, vibrando en el aire antes de saltar contra sus ojos, y tiene el tiempo de bajar los párpados y echarse atrás cubriéndose con la mano izquierda que es su mano, que es todo lo que le queda para que lo defienda desde dentro de la manga, para que tire hacia arriba el cuello del pulóver y la baba azul le envuelva otra vez la cara mientras se endereza para huir a otra parte, para llegar por fin a alguna parte sin mano y sin pulóver, donde solamente haya un aire fragoroso que lo envuelva y lo acompañe y lo acaricie y doce pisos.

miércoles, 1 de mayo de 2013

El zaguán eterno.

Enigmático, callado y pálido; ve todo pero no dice nada. Saca conclusiones sin indagar, muestra solo una parte de su rostro y bajo una capucha muy grande se oculta del mundo. Mira para todos lados y cree que alguien lo sigue, se detiene a escuchar el eco de sus propios pasos, y bajando la mirada hace un gesto para el mismo y desaparece fugaz en la niebla.                       
Hace un tiempo que lo observo y aún no lo descifro, lo chequeo y trato de seguirlo, pero mi sombra sobrepasa cualquier cosa, y es demasiado  notoria; siempre que lo intento él lo nota.                     
No me rindo y trato de espiarlo, persuado y manipulo a todo el mundo para que me vendan una pequeña porción de información, tal vez un mísero dato acerca de este misterioso hombre.                                                                                           
En las tardes grises y oscuras, donde cualquiera siente un vacío interno, eran horas doradas para este sujeto. Casi siempre merodeaba  acompañado de una bolsa, que salía vacía y volvía llena.                                                                                          
Logre llegar a su residencia, el hombre no se encontraba allí. Insisto en entrar. Logro treparme por una pared que daba a un zaguán largo. Consigo pasar. En mi camino por ese tétrico zaguán que desembocaba en una oscura puerta, sentía una sensación de malestar y miedo; mi cabeza daba vueltas y sentía que alguien me pegaba en las rodillas. Mis tobillos parecían hundirse en el duro y firme suelo, mientras que mis manos parecían pesar como dos bolsas de piedras.                                                                                 
Mi cuerpo no soporto y caí al piso sin poder hacer nada. En mi agonía trataba de levantarme, pero no me era posible; tuve la sensación de que algo me mantenía pegado al piso, de una manera atrayente y difícil de  deshacer.                     
No resistí la presión y mis ojos expulsaron lágrimas sin cesar, hasta que sentí un vacío que me devoraba por dentro. Estaba consumiéndome, y en ese preciso instante note que ya no estaba allí, ya no pertenecía a lo que sea que tuviera que pertenecer; mi cabeza volteo la mirada con lo las últimas fuerzas vivas en mí y lo vi. Lo más perturbador que había percibido. Mi última imagen fue eterna, inolvidable y horrorosa, pero esas gotas y manchas rojas en sus manos, que salpicaban el pavimento, fueron las que tiempo después encontraron en mí.                           

                                                                 Penny Lane

DAISIES CUTTERS!!

"I tell you thiiis, no eternal reward will forgive us now for waisting the dawn"

CCIV


“Retratos Imaginarios”

//Notas extraídas de un cuaderno de anotaciones de Cesare Lombroso, Médico, Criminólogo, Malapersona.//

(Entrevistado número 3472, penitenciaria de Turín, 1809)

Abrió la puerta de un golpe. Desde ese momento ya tuve en claro quién era, lo olí enseguida de sus ojos. Sabía que en su mente corría un triste dictador de piernas flacas y ojos caídos, párpados tan pesados como sus pies que tan cansados de rebotar por la tierra se sentían con la autoridad y el deber de imponer orden. Hacer pestañar bien a la gente. La nítida  necesidad de escupir en la frente a las personas que sin darse cuenta pisaron de punta cierto escalón o soñaron una vez con ballet, gente que sentía la música desde sus pies y no desde sus oídos irían a los centros de trata de dementes. Todos pestañaríamos como es debido, como este infeliz manda.

Empezó a hablar de literatura, y en su fauces destellaba cierta malicia al pronunciar nombres, los decía como viejos conocidos, bukowski, murakami, enfermos a los que se saluda por educación, que se los entiende y dan lástima. Sonreía como un chacal muy convencido de tener a su presa en custodia, de alimentarla, herirla, solo por placer. Pero sus dientes eran de cartón-piedra, su lengua, como un cadáver poroso y naranja chasqueaba en el aire, pero su rostro, ya enfermo de prepotencia creía saber que del mundo todo está dicho. Y si, todo está dicho, pero de tu cara, infeliz, de tu cara nadie se tomo el trabajo hasta ahora.

Parecía no estar enterado de lo que pasaba en su boca. Del maxilar izquierdo trepaba un pilar al ojo izquierdo, medio bizco de tanto tapárselo. Anidan sombras en sus uñas. Lunares temblorosos se sumergían en su rasgada epidermis, cada poro era un abismo. Tenía ideas tan distorsionadas y jorobadas como el culo de una botella, y de sus fosas nasales chorreaba un formol que se negaba a abandonar su matriz, tenía ese olor que recordaba a algún experimento venido a menos.

Después estaba su pelo, su pelo no solo era obtuso y conservador, era como un óleo resquebrajado, pero de una manera incómoda, su pelo parecía resistirse a formar parte de él, se podía ver que poco a poco lo abandonaba, mechón a mechón, huían de ese animal enfermo. Las puntas de su cabello terminaban en llanto y lágrimas estancadas. Tenía leves cinceladas a los costados de la cara como pequeñas cárceles incrustadas en su cara. Era una enredadera que se enroscaba en sus labios la prueba de su extravagancia, sin mencionar los andamios y puentes que se tendían de ceja a ceja arbitrariamente.

 Y ahora llega el momento de explicar sus ojos. Esos maníacos y resentidos ojos eran de un color marrón-trampa, no era difícil sospechar que detrás de ellos se destilaban venenos repulsivos, se empollaban huevos rabiosos, ese hombre era una trampa. Sé que era un inquisidor, un doctor y un psicólogo, todos provocados por el mismo laxante. Su corazón debía latir solo de vez en cuando y solo para matar.

Tenía un alma callosa de tanto arrastrarse y tantos golpes. Repudio tu sombra y tu filosofía hasta la horca, perro. Y con esa intención de que todo debía sufrir una nebulosa utilidad. Quería imponer su  sonrisa de paloma, su idioma histérico y agónico.
 Hacía el final,  la conversación empezó a decaer, y yo ya de espaldas leía algo más. Ese desdén , el cual él interpreto como una rendición, era en realidad ,simplemente, una declaración de defunción. Podría haberle avisado de todo esto que tenía en la cara, darle un espejo y aterrarlo. Pero no tiene caso, me volvería un dictador del racionalismo yo mismo, le diría que es y no que puede llegar a ser. Podría decírselo, pero no, mejor no, voy a dejar pasar ese desfile de sargentos, y emperadores asiáticos, y burócratas, y marchas militares, y prospectos médicos, ni siquiera a eso vale darle la tristeza de un espejo.

(Entrevistada número 1385, penitenciaria de Turín, 1834)

Se sentó de mala gana. Sus ojos parecían interminables, reflejaban un carnaval de locuras. Mejor dicho, parecían reflejar un santuario de locuras, lo que era clínicamente peor.  En la entrada dijeron que estaba condenada a la horca, sentí pena por ella. Y yo tengo la desidia de llamarme Lombroso, soy un animal, ellos también me colgarán, lo sé. Ayer los escuché murmurar. El verdugo y el sucio del guardia. Me secuestrarán para siempre. Pero esos perros no me van a atrapar vivo. De eso dejo testimonio. Son unos ilusos si creen poder atraparme. Sus cepos y yugos son inútiles. Voy a vivir en los ojos de esta loca. Voy a proclamar este nuevo santuario mío. Nadie me encontrará allí. Ella se lo llevará en sus lóbulos a la horca, nadie podrá encontrarme luego. Tocaré esa insoportablemente encantadora melodía de saxo, les voy a inundar los oídos de dulce jazz. Al verdugo y al guardia. Nunca van a sospecharlo. Les voy a regalar un poco de vida. Sus cadenas no servirán, solo encontrarán una habitación vacía, un descontrol de habitación, pero vacía. 

Voy a dejar de escribir, sospecho que tienen control de mis informes y los leen con vasos de whisky en la mano.

 Tranquilos, incompletos y solos.

10 things I hate about you

"I hate the way you talk to me, and the way you cut your hair. I hate the way you drive my car, I hate it when you stare. I hate your big dumb combat boots and the way you read my mind. I hate you so much it makes me sick, it even makes me rhyme. I hate the way you’re always right, I hate it when you lie. I hate it when you make me laugh, even worse when you make me cry. I hate it when you’re not around, and the fact that you didn’t call. But mostly I hate the way I don’t hate you, not even close… not even a little bit… not even at all."



10 things I hate about you (1999)