Vuelvo a casa, voy cantando como para que el condenado no crea que ganó, fumo el último cigarrillo, lo disfruto y, por las dudas sonrío. Se que no me espera algo muy feliz, lo huelo. Y sin embargo, no me preocupo. Abro la puerta. Mate lavado y frío, paquetes de macitas abiertos de un par de días atrás, paquetes de cigarrillos vacíos, una cantidad de colillas incontables en el vacito de plástico pintado que uso de cenicero donde dice "Macri es puto" (aclaración, no hay una pizca de homofobia en esto, sino un resabio cultural más viejo que la peste, que me hace creer que esa palabra es un insulto). El abandono total. Si, ya se que el cree que ganó. Frente a semejante escenario, yo también lo creería. Pero no. Primero, porque sonrío. Y por qué no voy a sonreír, si ahora es sábado a la noche y tengo vino? Si su herramienta de guerra le juega en contra, porque ese domingo gris sin cigarrillos de hace cuatro meses atrás solo existe porque yo lo dejé que quede en mi cabeza. Si ese sábado con felicidad y vino de hace una eternidad sigue presente, aunque es pasado, porque yo lo invoco en el futuro? Sí, es verdad, ahora me inunda una tristeza parecida a la de ese domingo sin cigarrillos, pero algo cambió. Dejé de fumar. Sí, cagate de risa, pero el cáncer, viste? Y la tos. Y los casi 23 años encima, como un sweter mojado y frío, y la vida que me pasa encerrada en un departamento dos por dos mientras pasa el rebrote del ébola, y Gaza, y Ucrania, y los fondos buitres. Y va a pasar. Y la infelicidad, y las ganas de reírse sin parar, y otra vez la infelicidad. No hay con qué darle che, el tiempo es circular.
lunes, 4 de agosto de 2014
No se diga más nada, que el tiempo es un redondel!
Domingo pre final. Encierro y libros de miles y miles de páginas que por el momento no serán leídas. Fifba en la bella ciudad de La Plata. Feria del libro independiente. Construcción en alguno de esos barrios que ando caminando de vez en cuando y por donde me brotan las ganas de cambiar el mundo, (y si no puedo, por lo menos lo intento) y el quiosco que me vende cigarrillos está cerrado de muerte. Veo pasar una mujer joven, con el guardapolvo puesto, deliro futuro. Y así, el bajón de domingo arremete feroz contra el enemigo, que sos vos, que somos todos. El domingo nos odia, y no tiene problema alguno en admitirlo. Debe ser por eso que los sábados a la noche entonces, como una especie de coraza en virtud de la defensa propia, uno intenta volarse de a poquito la cabeza, y actúa, se reinventa, cree a los gritos que lo mató. Es una especie de ritual, algo intangible, casi inevitable. El próximo quiosco más cercano también está cerrado. Está todo perfectamente premeditado, como si el domingo supiera que uno no puede vencerlo si no hay cigarrillos, o amor en su defecto. Ya me parece verlo, una sombra de humo color humedad, color cemento, esgrimiendo su arma más mortífera. El tiempo. Porque cuando a uno le sobra el tiempo, un domingo por ejemplo, le nace pensar qué está haciendo con su vida. Para donde apunta, que quiere, donde quería estar y donde está. Horrible. Por qué no se puede dejar de pensar por un rato, si volar los sábados es tan divertido? El maldito "poner los pies sobre la tierra" y apretá y que no se afloje.
Vuelvo a casa, voy cantando como para que el condenado no crea que ganó, fumo el último cigarrillo, lo disfruto y, por las dudas sonrío. Se que no me espera algo muy feliz, lo huelo. Y sin embargo, no me preocupo. Abro la puerta. Mate lavado y frío, paquetes de macitas abiertos de un par de días atrás, paquetes de cigarrillos vacíos, una cantidad de colillas incontables en el vacito de plástico pintado que uso de cenicero donde dice "Macri es puto" (aclaración, no hay una pizca de homofobia en esto, sino un resabio cultural más viejo que la peste, que me hace creer que esa palabra es un insulto). El abandono total. Si, ya se que el cree que ganó. Frente a semejante escenario, yo también lo creería. Pero no. Primero, porque sonrío. Y por qué no voy a sonreír, si ahora es sábado a la noche y tengo vino? Si su herramienta de guerra le juega en contra, porque ese domingo gris sin cigarrillos de hace cuatro meses atrás solo existe porque yo lo dejé que quede en mi cabeza. Si ese sábado con felicidad y vino de hace una eternidad sigue presente, aunque es pasado, porque yo lo invoco en el futuro? Sí, es verdad, ahora me inunda una tristeza parecida a la de ese domingo sin cigarrillos, pero algo cambió. Dejé de fumar. Sí, cagate de risa, pero el cáncer, viste? Y la tos. Y los casi 23 años encima, como un sweter mojado y frío, y la vida que me pasa encerrada en un departamento dos por dos mientras pasa el rebrote del ébola, y Gaza, y Ucrania, y los fondos buitres. Y va a pasar. Y la infelicidad, y las ganas de reírse sin parar, y otra vez la infelicidad. No hay con qué darle che, el tiempo es circular.
Vuelvo a casa, voy cantando como para que el condenado no crea que ganó, fumo el último cigarrillo, lo disfruto y, por las dudas sonrío. Se que no me espera algo muy feliz, lo huelo. Y sin embargo, no me preocupo. Abro la puerta. Mate lavado y frío, paquetes de macitas abiertos de un par de días atrás, paquetes de cigarrillos vacíos, una cantidad de colillas incontables en el vacito de plástico pintado que uso de cenicero donde dice "Macri es puto" (aclaración, no hay una pizca de homofobia en esto, sino un resabio cultural más viejo que la peste, que me hace creer que esa palabra es un insulto). El abandono total. Si, ya se que el cree que ganó. Frente a semejante escenario, yo también lo creería. Pero no. Primero, porque sonrío. Y por qué no voy a sonreír, si ahora es sábado a la noche y tengo vino? Si su herramienta de guerra le juega en contra, porque ese domingo gris sin cigarrillos de hace cuatro meses atrás solo existe porque yo lo dejé que quede en mi cabeza. Si ese sábado con felicidad y vino de hace una eternidad sigue presente, aunque es pasado, porque yo lo invoco en el futuro? Sí, es verdad, ahora me inunda una tristeza parecida a la de ese domingo sin cigarrillos, pero algo cambió. Dejé de fumar. Sí, cagate de risa, pero el cáncer, viste? Y la tos. Y los casi 23 años encima, como un sweter mojado y frío, y la vida que me pasa encerrada en un departamento dos por dos mientras pasa el rebrote del ébola, y Gaza, y Ucrania, y los fondos buitres. Y va a pasar. Y la infelicidad, y las ganas de reírse sin parar, y otra vez la infelicidad. No hay con qué darle che, el tiempo es circular.
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